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La policía arrestó bajo el cargo de conspiración al grupo de explotadores que mantenían a 24 personas en situación de servidumbre y trabajos forzados.
Hallaron las fuerzas de seguridad del Reino Unido a veinticuatro personas de entre 17 y 54 años reducidas a servidumbre mediante violencia en un campamento en Bedfordshire, al sudeste del país. Algunos llevaban más de 15 años en esa situación.
Graham Clark, uno de los liberados, narró cómo era tratado de forma degradante. Ni siquiera tenían baño.
Las autoridades interrogan a cuatro sospechosos de haber esclavizado a estos hombres, que vivían hacinados, maltrunidos y en medio de la inmundicia en caravanas estacionadas en un campamento.
Los presuntos responsables de este delito son cuatro sujetos detenidos en el lugar junto a una mujer embarazada que fue liberada bajo fianza.
La escena del crimen: un camping. Se acusa de negligencia a la Policía porque había denuncias de vecinos desde 2007, y no fue sino hasta abril de este año que comenzaron a investigar.
Todavía no se sabe con exactitud cuál era la finalidad de la reducción a servidumbre de estas personas, pero sí que la mayoría de ellas eran captadas en oficinas de empleo, refugios y comedores para indigentes. Allí, mediante el ofrecimiento de ropa, comida y salario eran llevados al campamento, donde debían trabajar sin remuneración alguna. A estos "esclavos", sus carceleros les afeitaban la cabeza y los retenían por la fuerza, bajo amenaza de violencia.
Los más "afortunados" vivían de a cuatro en cada caravana sin agua ni electricidad. Otros dormían en el establo o con los perros. Uno de ellos llevaba ropa recubierta de excrementos de animales.
Al parecer, los hacían trabajar doce horas diarias en una serie de duras tareas físicas, sin pagarles y casi sin alimentarlos.
Las víctimas son británicas en su mayoría, pero también hay algunos europeos del este -rusos, polacos y rumanos- que posiblemente se resignaban a esta "retención" ilegal en función de su estatus de inmigrantes ilegales.
Se cree que el lugar era manejado por una organización criminal de tipo familiar, que elegía a sus víctimas entre "gente muy desafortunada, alcohólicos, personas sin familia, muy vulnerables y fáciles de manipular", según explicó el inspector jefe de la Policía de Bedfordshire, Sean O'Neil. Entre ellos, había un hombre que fue atrapado por esta red delictiva cuando intentaba suicidarse arrojándose desde un puente.
Los hombres encontrados en el campamento tienen entre 17 y 54 años y se encuentran en un estado de salud muy precario. Fueron colocados de inmediato bajo supervisión médica, pero muchos de ellos se niegan a colaborar con la policía.
Los esclavos eran captados entre población vulnerable, sobre todo migrantes ilegales, alcohólicos o indigentes, con la promesa de ropa, comida y vivienda. Sin embargo, no les pagaban y los amenazaban con matarlos o denunciarlos ante Migración si intentaban escapar.
El descubrimiento del campamento de esclavos fue resultado de una operación encubierta lanzada por la policía en abril pasado. En el lugar, se encontró también dinero y drogas.
A partir de este caso, Andrew Selous, un parlamentario conservador, pidió al gobierno que lance una investigación sobre la trata de personas en el Reino Unido, señalando la necesidad de "prestar una especial atención al tráfico interno de seres humanos en el Reino Unido, dado que 17 de los 24 esclavos son ciudadanos británicos".
Algunos de los 'siervos' sufren del Síndrome de Estocolmo y se niegan a colaborar con la Policía.Uno de ellos dijo ayer que estaba contento de trabajar con sus negreros aunque sólo comiera sopa instantánea y le pegaran.
Este caso de trabajos forzados recuerda el triste descubrimiento en diciembre de 2009 en Iztapalapa de aquel supuesto centro de rehabilitación para adictos donde verdaderos esclavos esclavos hacían bolsas para Liverpool. “Trabajábamos jornadas de 16 horas, a veces más, cuando urgía un pedido. Sólo nos dejaban descansar media hora para comer un caldo de verduras que hacían con zanahorias recogidas de los basureros de la central de abasto. Ni las pelaban, así sucias y hasta podridas las metían en el agua y nos las teníamos que comer”, declaró uno. Ese fue sólo el inicio de la pesadilla que estaba por venir. Tenían prohibido hablar entre ellos, eran más de 100 y en un momento llegaron a ser hasta 200 supuestos adictos.