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Desorden. Eso es lo único que podemos detectar en la conformación del criterio de la sociedad para juzgar las cosas.
Tristemente, muchos de los que no atacan al régimen federal actual, no saben por qué no lo hacen. Proliferan, eso sí, las participaciones radicales, insultantes, por todos lados —los foros de Internet son un escandaloso y lamentable ejemplo— reflejando en sus participaciones enorme ignorancia histórica, en economía, en sistemas monetarios, en gobierno, presupuestos, divisas, libertades básicas y otros gruesos temas.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué la frivolidad, la opacidad, la irresponsabilidad financiera y la deshonestidad generalizada se mantienen como factores que no ejercen influencia negativa en el ciudadano?
Puedo escuchar el rugir de la respuesta: claro que ejercen influencia. Pero no nos hagamos tontos. Lo que está pasando es grave. Las proporciones de nuestra sociedad que no comprenden cabalmente lo que realmente está sucediendo en nuestro país, son alarmantemente mayores que las proporciones capaces de entender.
¿Cómo se descompuso el tejido informativo? ¿Cómo pudimos llegar a este grado de confusión en el que hoy nos encontramos?
Algunas personas tranquilamente comentan que la gente necesita —para valorar lo que hoy es México— una clara demostración de lo que significa tener déficit presupuestal federal, inflación galopante, precio del dólar arriba de $30, desocupación de 12% o más, inversión extranjera en los suelos (por falta de garantía en divisas) y demás “cosas bellas” de una política fiscal como la que vive Yucatán, pero a nivel nacional.
También podría suceder que el partido que antes quebró a México, ahora, al regresar, aplique a nivel federal lo necesario —con legisladores a su favor— para que se haga en México lo que no le permitieron a los 2 presidentes de 2000 a hoy: reforma fiscal a fondo, reforma laboral, reforma educativa, reforma energética y reforma judicial.
El ex presidente Salinas comenzó a cambiar las cosas. Zedillo trató aún más, a fondo. Los dos fueron rechazados por su partido político. El primero cometió graves faltas, posiblemente algunas buscando mantener un coto de poder —como no dejar a las fuerzas del mercado la impresión de billete y el tipo de cambio. El segundo tuvo interesantes intentos de radicalización, pero comenzó a perder poder.
¿Y qué pasó con los dos, desde 2000 hasta hoy? Ese poder que Zedillo comenzó a perder, a estos dos últimos casi se les deslizó totalmente de las manos. Pero, ¿sabía usted que su país, México, jamás —en los últimos 200 años— estuvo mejor que hoy? Sí, claro, ¡imagínese!