1202 palabras
En días pasados propuse algunas ideas para enfrentar la violencia, pensando siempre, y no en otra cosa, en las víctimas, sus familias y en la búsqueda de la paz, la armonía y la tranquilidad en nuestro país.
Me propongo profundizar esas sugerencias en una serie de artículos en este diario. Estoy consciente de que las iniciativas diferentes e innovadoras enfrentan resistencia. Siempre ha sido así. Decía Einstein “Viva la imprudencia, abraza la inconformidad. Rebélate con referencia al pensamiento único”.
El primer tema al que hice referencia fue la ayuda internacional. Afirmé, textualmente, que es conveniente “llamar a la integración de un grupo de expertos en el tema en el contexto internacional que aporte ideas y soluciones…”, como lo ha expresado Carlos Fuentes, quien sugiere que ese grupo aporte acciones y soluciones. También afirmé “que ese grupo internacional de expertos convoque a los grupos violentos a una tregua y a valorar la conveniencia de una ley de amnistía”. Jamás mencioné negociar o pactar. Esas son interpretaciones malintencionadas. La propuesta concreta que hice es que esos grupos frenen los actuales niveles de violencia, que alcanzan niveles nunca vistos.
El camino a la paz, armonía y tranquilidad debe sustentarse en valores, respeto a derechos humanos, cultura de la legalidad y debido proceso jurídico. Cualquier otro camino debilita la democracia, la convivencia social y será sólo un triunfo pasajero.
En situaciones límite hay que hallar respuestas acordes. Al estallar el conflicto en Chiapas de inmediato se hicieron valer conceptos de tregua y cese al fuego, por decisión del Ejecutivo y el Congreso que formó la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa). El tema se volvió así en un asunto del Estado mexicano y no sólo del gobierno.
Así, la suma de talentos logró alcanzar una tregua, que hizo posible poner alto a la guerra y avanzar en el proceso de paz y concordia. Sería de gran utilidad que los que participaron de esa decisión dieran a conocer cómo lograron, en aras de los intereses del país, lo que parecía imposible e incluso algunos veían ilegal.
En aquel momento nunca se propuso “negociar la ley” o “ceder el territorio” y, sin embargo, con imaginación y siempre el rechazo a la violencia, se halló la manera de preservar la paz y poner a salvo los intereses de la república siempre respetando la ley.
El diálogo permitió que un movimiento que surge a partir de la declaratoria de guerra se transformara, muy pronto, en fuerza social que hizo que todo el país y el mundo asumieran con enorme simpatía la causa de los indígenas excluidos de los beneficios del desarrollo. El Congreso, a iniciativa del Ejecutivo federal, expidió la Ley de Amnistía para que todos los que participaron en el levantamiento depusieran las armas. Se pasó de la protesta violenta que buscó derrocar al gobierno a los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena.
Soy absolutamente consciente de que son conflictos y situaciones muy diferentes, pero ante la gravedad de la actual situación vale la pena pensar de manera audaz, como se hizo con el conflicto zapatista. De él se pueden aprender muchas lecciones y metodologías que pueden ser válidas en un momento como el que ahora enfrenta el país.
Einstein dijo: “La tolerancia, una dulce virtud, es condición de una sociedad creativa”. ¿O qué? ¿No se da una amnistía de hecho cuando se negocia con un testigo protegido? ¿No se plantea una amnistía cuando se le ofrece a un delincuente dinero por delatar? ¿Cuántos gobiernos en el mundo no son tolerantes con la distribución y consumo de drogas, para evitar una guerra que no conduce a nada?
Don Óscar Arias, premio Nobel de la Paz, no fue al principio comprendido cuando se propuso convocar al proceso de paz para Centroamérica, al cual México se sumó entusiasta. Éste culminó con los Acuerdos de Esquipulas, que trajo paz y armonía a los ciudadanos, sus familias y comunidades.
Ejemplos como ése, con extraordinarios resultados, nos deben animar por lo menos a discutir de manera abierta, en diálogo nacional, cómo salir no sólo el gobierno sino toda la sociedad de la situación de violencia que ahora se vive en el país.
El presidente César Gaviria en Colombia redujo la confrontación violenta con los extraditables a través de la política de “sometimiento a la justicia”. En su momento el presidente López Michelsen y Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, expresaron que la propuesta de no extradición era razonable y también que se respetaran las fortunas y se recibiría total amnistía judicial a cambio de que los delincuentes se retiraran del negocio e incluso presionaran sobre los grupos independientes.
El presidente Andrés Pastrana se introdujo en la selva colombiana para entrevistarse con el legendario Manuel Marulanda Tirofijo, considerado criminal guerrillero, para buscar un acuerdo humanitario que condujera al camino de la paz y el fin de la violencia. El riesgo valía la pena.
Los casos a los que hago referencia son diferentes y siguieron caminos distintos. En unos hubo éxito y en otros no. Todos, en la búsqueda del bien común y la paz social, consideraron opciones audaces e innovadoras, que se apartaban de lo convencional.
Nuevamente quiero citar a Einstein: “Respetemos las mentes libres, los espíritus libres, los individuos libres”. Démonos la oportunidad de reflexionar, de proponer sin miedo al disenso y sin obediencia al pensamiento único. Por eso y para eso:
Pensemos en todas las víctimas; en los inocentes caídos y también en los soldados, policías y autoridades municipales. Pensemos en las decenas de miles de jóvenes muertos; en sus familias. Pensemos en aquellos que hoy se han sumado a los grupos criminales. ¿Acaso nacieron criminales, acaso llevan la criminalidad en sus genes o sólo carecieron de las oportunidades que buscaron y se vieron obligados a desviar el camino?
Pensemos en los hogares violentados sin orden de cateo; en las personas arraigadas y encarceladas injustamente. Pensemos en la esperanza perdida y el miedo acumulado. Pensemos en nuestro México, su gente, su imagen, su economía y su futuro.
México merece lo mejor de nosotros, de nuestras ideas innovadoras, de nuestra audacia y el sentido del riesgo. México, ahora más que nunca, nos necesita a todas y todos. Nadie debe quedar fuera.
* Vicente Fox fue presidente de México por victoria electoral, con 43% de votos —6% arriba del siguiente— del 1 de diciembre de 2000 al 1 de diciembre de 2006.