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Un día Wistone Zulu se presentó en el programa 'Buenos días Zambia' que emitía la televisión nacional. Se sentó en un sillón del estudio y cuando las cámaras le enfocaron dijo que tenía el VIH. Era 1990 y él la primera persona en África que admitía públicamente su condición de seropositivo. Desde entonces y hasta el pasado mes de octubre, cuando falleció por causas relacionadas con el sida, fue puerta por puerta y congreso tras congreso defendiendo los derechos de los pacientes con VIH. Su activismo lo convirtió en la cara más conocida del sida en el continente africano.
Su lucha por mejorar las cosas para los demás transcurrió de forma paralela a su lucha personal. No le fue fácil aceptar que había contraído el virus. Se enteró cuando ya tenía todo preparado para salir de su Zambia natal para ir a estudiar a Rusia. Lo único que le faltaba era un análisis médico, requisito que le pedían para viajar. Se lo hizo confiado, sin saber que con la sangre que le estaban sacando, le estaban quitando también su sueño.
El activista Winstone Zulu. | The Lancet
Cuando le dieron el diagnóstico se hundió. Pensó que iba morir, como dos de sus hermanos, que ya habían fallecido por tuberculosis -una complicación recurrente de la infección por VIH-. Pero pensar en ellos le dio la fuerza necesaria para dar un paso al frente. ¿Y si hubieran estado también infectados sin saberlo? Cayó en la cuenta de que mucha gente estaba pasando por lo mismo que él pero nadie hablaba de eso. "Sentí que no tenía nada de lo que avergonzarme. Ser seropositivo no es lo mismo que ser un criminal y sólo ellos ocultan lo que han hecho. Yo no era un criminal, así que no tenía por qué esconderme", reconoció luego, según recuerda la revista 'The Lancet', que le rinde tributo.
Así que se plantó en la televisión y, a partir de ahí, en todos los lugares en los que quisieron escucharle. Reclamaba un mayor acceso al tratamiento antirretroviral pero también al tratamiento para la tuberculosis. Combatía la homofobia y defendía el derecho de los seropositivos a ser padres, algo que él llevó a cabo (tuvo cuatro hijos sanos, gracias a que su mujer tomó la nevirapina durante el embarazo y no amamantó a los bebés). Y para aumentar la conciencia sobre esta enfermedad fundó la organización 'Positive and Living Squad' (PALS).
"Era un hombre brillante, educado e increíblemente valiente a la hora de hablar de su situación cuando nadie más lo hacía por aquel entonces", recuerda en la revista médica Peter Godfrey-Fausset, profesor de la Escuela de Medicina Tropical de Londres.
El acceso a los fármacos era un tema que le preocupaba mucho. "Tengo amigos, matrimonios, que ambos tienen el virus y que solamente pueden conseguir tratamiento para uno de ellos. Así que tienen que componérselas para ver cuál se toma la medicación. ¿Se quedarán sus hijos sin padre o sin madre? ¿Qué clase de elección es ésa?", contaba indignado en el libro '28 historias de sida en África', de Stephanie Nolen.
Pero durante la conferencia sobre el sida de Ginebra (1998), Winstone cambió de opinión respecto a su enfermedad. Conoció a un grupo de los llamados "disidentes del sida", que pregonaban que el VIH no existía y que había sido un invento de las farmacéuticas. El activista se dejó seducir por ellos y abandonó sus cargos en todas las organizaciones de sida de las que formaba parte. Y, lo que es peor, dejó de tomar los antirretrovirales. Estuvo así dos años, hasta que cayó muy enfermo y retomó su medicación, fue consciente de que había cometido un error y volvió a sus ideas anteriores.
"Fue un luchador incansable por los derechos y la dignidad de los seropositivos. Gracias a él hoy 400,000 zambianos reciben antirretrovirales gratis. Su ejemplo dio la vuelta al mundo". Con estas palabras le despidió el presidente de Zambia, Michael Sala. Winstone se despidió con su sonrisa, siempre dispuesta pese a las dificultades.