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KABUL, 11 de marzo.- El soldado norteamericano que mató al menos a 16 civiles tras abandonar de madrugada una base de la OTAN está detenido y bajo investigación, y se considera que sufre, presuntamente, el síndrome amok (he ran amok) . El incidente sucedió en la provincia de Kandahar, uno de los bastiones de la insurgencia de los talibán. El Pentágono ha explicado que el soldado actuó en solitario y por su cuenta. El Presidente de EE. UU. ofreció disculpas a su colega Hamid Karzai y a la ciudadanía de Afganistán, en un intento de aplacar el creciente antiamericanismo en el país, al que recientemente han dado fuelle incidentes como la quema de coranes en la base de Bagram o un vídeo que mostraba a cuatro marines orinando sobre cadáveres.
El soldado que sufrió un ataque de furia salvaje O QUE SIMPLEMENTE ESTABA BORRACHO, mató a nueve niños.
“Uno de nuestros soldados ha sido acusado de matar y herir a un considerable número de civiles en unas villas cercanas a su base. No puedo imaginar la motivación que existe tras unos actos tan crueles, pero puedo asegurar que no forman parte de ninguna acción militar autorizada por la Fuerza Internacional de Seguridad de Afganistán (ISAF, por sus siglas en inglés)”, ha dicho el subcomandante de esa misión de la OTAN, el teniente general Adrian Bradshaw. “Hemos iniciado una investigación y haremos todos los esfuerzos posibles para esclarecer los hechos y castigar a quienes sean culpables”.
El soldado salió de su base, en el distrito de Panjwai, pasadas las dos de la madrugada, hora local de Afganistán. Se dirigió a Belandi, una villa cercana, y entró armado en tres casas, según informaron las autoridades provinciales de Kandahar, que han iniciado una investigación. Solo en la primera casa, el soldado mató a 11 civiles. Luego aniquiló a cinco personas más. Fuentes de ISAF dijeron que el soldado regresó a la base por su propio pie y se entregó.
Un afgano muestra las manchas de sangre de los niños y las mujeres asesinados en una de las casas adonde entró el enloquecido soldado estadounidense.
Afganos reunidos ante la base estadounidense en Kandahar después del asesinato múltiple.
“Las fuerzas norteamericanas están ofreciendo tratamiento médico a aquellos civiles que resultaron heridos”, dijo el embajador en funciones de Estados Unidos en Afganistán, James Cunningham, quien ofreció sus disculpas formales a Kabul. Horas antes, la embajada había dicho en su cuenta de la red social de Twitter: “Debido a informes sobre protestas en Panjwai, aquellos que residan en o se dispongan a viajar a la provincia de Kandahar deben actuar con extremada precaución”. El presidente afgano, Hamid Karzai, ha condenado los asesinatos (que calificó de “intencionados”) y demandó una explicación inmediata de la OTAN. "No vamos a olvidar", dijo en un comunicado. El mandatario de EE UU, Barack Obama, transmitió su profundo pesar por los asesinatos y ofreció sus condolencias al pueblo afgano. Más tarde, Washington comunicó que Obama habló por teléfono con Karzai para transmitirle personalmente sus condolencias. El general norteamericano John Allen, comandante de la misión en Afganistán, anunció que se comunicaría de inmediato con el Gobierno de Kabul.
El incidente reavivó el creciente antiamericanismo que recorre el país, en una época en la que la Casa Blanca y el Pentágono buscan un marco de colaboración estratégica con Kabul para culminar la retirada de tropas de la OTAN a lo largo de 2014. El antiamericanismo en Irak frustró los planes de EE. UU. de dejar en aquel país a entre 3000 y 5000 soldados, para labores de entrenamiento y supervisión, tras el repliegue que culminó en diciembre. El Gobierno del primer ministro iraquí, Nuri Al Maliki, se negó a ofrecer inmunidad a los soldados que quedaran allí tras la guerra.
Por muy buenas que sean sus intenciones, los invasores (porque invitados no son) no pueden esperar que los afganos les tengan simpatía si matan a sus niños, se orinan en sus muertos y queman su libro sagrado (para limitarnos a lo que va de este año).
Ahora, Washington teme que suceda lo mismo en Afganistán, donde once años de guerra no han logrado consolidar una democracia de tipo occidental y donde la guerrilla de los talibán, apoyada por el grupo terrorista Al Qaeda, se mantiene fuerte y con apoyos entre una buena parte de la población. A la insurgencia le han ayudado en su cometido diversos incidentes recientes en los que, por errores de procedimiento o insubordinación, los soldados de EE. UU. han provocado la ira de la población civil.
Familiares con sus muertos.
El mes pasado, la quema de una cantidad indeterminada de copias del Corán por parte de cinco soldados estadounidenses en la base de Bagram desató una oleada de ataques suicidas, además de multitudinarias protestas a nivel nacional que se saldaron con la muerte de 30 afganos. El Pentágono explicó entonces que los libros se habían quemado por error, después de haber sido confiscados en el centro de detención de Parwan, dentro de la base, porque los integristas allí detenidos los empleaban para comunicarse entre ellos.
En enero, el Pentágono tuvo que investigar un vídeo, aparecido en el portal de Internet de YouTube, en el que se mostraba a cuatro marines orinando sobre los cadáveres de tres afganos. Previamente, en 2010, un grupo de cinco soldados del Ejército de Tierra creó un escuadrón de la muerte en Kandahar y mató a tres civiles. Los estadounidenses se tomaron fotos con los cadáveres como si fueran trofeos. El sargento Calvin Gibbs, que organizó las matanzas, fue declarado culpable y condenado a cadena perpetua en noviembre.
Los recelos que esos incidentes han provocado entre la población civil están complicando extremadamente la labor de las agencias de cooperación norteamericanas que trabajan en Afganistán, a través de las cuales Washington canaliza miles de millones de dólares para labores de reconstrucción del país. Además, el Gobierno del presidente Hamid Karzai tiene previsto prohibir las subcontratas de seguridad en el país a partir del 20 de marzo, lo que dejaría a esas organizaciones de ayuda humanitaria bajo la protección de unas fuerzas nacionales afganas con notables carencias de personal y preparación.