1160 palabras
Dos estrellas y media
Por Federico Wilder
Si Clint Eastwood hubiese mostrado únicamente el lado positivo de Hoover en J. Edgar, seguramente la película se habría titulado "El caballero de hierro" y la Academia la hubiese llenado de Oscares. Pero Eastwood apostó por un retrato más honesto del exdirector del FBI. Desgraciadamente no todos los filmes tienen el mismo compromiso social y hay producciones que buscan enaltecer o justificar a cuestionadas figuras del pasado, en un afán de complacer las políticas oficiales de hoy. Ese es el caso de La dama de hierro, coproducción entre Inglaterra y Francia que se limita a mostrarnos la cara más amable de Margaret Thatcher (Meryl Streep).
La cinta narra la transformación de Tatcher de una mujer insegura a destacada figura de la política, una historia de liberación femenina y superación personal que incurre en muchas falsedades y omisiones. En especial la minimización de los problemas sindicales y las respuestas violentas que la mandataria aplicó en contra de la clase obrera.
Si hace una semana -al hablar de De panzazo- comentábamos los vicios que puede generar el sindicalismo mal entendido, tampoco nos podemos caer en el extremo y pensar que todas estas figuras son nocivas. Los sindicatos también sirven para proteger al obrero de abusos y no pueden desaparecer en un país que presuma de ser justo. Pero Tatcher los ahogó, y prácticamente eliminó, cuando pudo haber optado por soluciones menos despiadadas.
La ex primer ministro representó la imposición del modelo neoliberal en los años 80 y, hoy por hoy, sabemos que este esquema no cumplió con la recuperación económica prometida y solo produjo una distribución inequitativa de la riqueza. Tendríamos que escuchar a personajes del arte y la cultura británica como el cineasta Ken Loach declarando que el gobierno de Tatcher dejó un efecto devastador en las clases bajas inglesas. El multipremiado director no duda en referirse a ella como "una vieja dama oscura y triste" y hasta la compara con el dictador español Francisco Franco.
Otro caso es Edward Hall, uno de los pilares contemporáneos del teatro europeo que a propósito de la llamada dama de hierro declaró "Destruyó muchísimo en el mundo de la cultura, lo que hemos hecho en los últimos quince años es ir reconstruyendo las estructuras que había destrozado".
Otra imprecisión en el filme es banalizar el asunto de la Guerra de Las Malvinas. Si el continente Americano fuera propiedad de sus descubridores, entonces también deberíamos estar de acuerdo en renunciar a nuestra independencia y devolverles sus tierras a los españoles. Y aun si esta injusticia fuera cierta, Las Malvinas no les correspondería a los ingleses sino a los italianos, ya que Américo Vespucio fue su primer descubridor en 1501. Y si para ello tuviéramos que pedir pruebas escritas, entonces las islas se volverían propiedad de los españoles pues la expedición de Francisco de Camargo fue la primera en hacer un registro, así lo demuestra el texto Islario escrito por Alonso de Santa Cruz. Los ingleses quedarían en tercer lugar en la repartición de Las Malvinas y su supuesto descubridor, John Davis, podría ser acusado de plagio, pues se ha demostrado que el relato de Davis es un remedo del Islario de Santa Cruz. A pesar de las pruebas, los ingleses se siguen proclamado dueños y se sintieron "invadidos" cuando, en 1982, los argentinos reclamaron lo que les pertenecía por herencia histórica.
Como Primer Ministro, Margaret ejerció una violenta ofensiva que incluyó el hundimiento del buque Belgrano y provocó la muerte de 232 personas. Uno de los momentos más ofensivo y cínicos del filme es cuando se dice que el Belgrano era un peligro para las naves inglesas, justificando así los crímenes de Tatcher. ¿Qué cara habrán puesto los argentinos al ver esta escena?
Independientemente de su reaccionario mensaje político, la película que arrastra problemas de dirección. Su realizadora Phyllida Lloyd (Mamma Mia!) se enreda con los ejes, descuida sus movimientos de cámaras y utiliza grotescos zooms que terminan de sepultar la propuesta visual. Lo único salvable en La dama de hierro es la interpretación de Meryl Streep que alcanza cotas extraordinarias pero no suficientes para salvar a todo el producto. Es importante destacar la labor de los maquillistas a la hora de transformar a Streep en una anciana.
Es cierto que no se puede censurar a una película por tratar de humanizar a un personaje histórico, pero tampoco es justo tergiversar datos históricos para convertir a Margaret Thatcher en la heroína de un melodrama dulzón, y menos aún utilizar el tema de la liberación femenina para validar un régimen fascista. Veo una gran irresponsabilidad en La dama de hierro al justificar el totalitarismo y la violencia que padeció el pueblo inglés. No dudo que haya cosas admirables en la vida privada y familiar de su protagonista, lo que no me gusta es la trivialización de un momento histórico que debió ser analizado con más seriedad.
Lo mejor: Meryl Streep y el trabajo de caracterización.
Lo peor: su mensaje político y sus problemas de dirección.
Para entender más a fondo el fenómeno Margaret Thatcher recomiendo ampliamente leer el artículo que escribió el respetado sociólogo y politólogo español Vincenç Navarro. A propósito de la película, Navarro hace un interesante análisis político. El texto se titula "¿La Dama de Hierro o la sirviente dócil al establishment británico?" y puede leerse en el sitio www.nuevatribuna.es
Y para terminar les dejo este enlace donde podrán ver subtitulado el famoso video donde en un programa de televisión británico Thatcher es cuestionada por el hundimiento del Belgrano.