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6 de marzo.- El ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney se impuso en el mayor número de estados en el "supermartes" republicano de ayer, pero con un triunfo por la mínima en el estado clave de Ohio que dejó claro que sigue sin convencer a su electorado.
Romney ganó con claridad en las primarias de su propio estado, Massachussetts, y en el cercano Vermont, así como en los caucus, o asambleas de votantes republicanos, de Idaho.
Mucho menos contundente fue su victoria en Virginia, donde aunque logró el 59 por ciento de los sufragios, sólo competía contra el candidato menos votado de los cuatro en liza, Ron Paul, dado que ni el ex senador Rick Santorum ni el ex presidente de la Cámara de Representantes Ron Paul lograron cumplir los requisitos del estado para que se incluyera su nombre en las papeletas.
Y en Ohio, donde su campaña había gastado cuatro veces más que la de Santorum, su inmediato rival, su triunfo fue por la mínima, apenas un punto porcentual (38 frente al 37 por ciento de su rival) y una diferencia de 12,000 votos.
Con esta victoria, el ex gobernador puede presumir ahora de haberse impuesto, siquiera por la mínima, en los principales estados en disputa, entre ellos Florida, Michigan -su estado natal y donde la semana pasada venció también por un estrecho margen, el 3.2 por ciento- y ahora Ohio, un estado que se presume estará enormemente disputado en las presidenciales de noviembre.
Pero dado que llegaba como favorito, y tras haberse anotado aquellos triunfos, la victoria en Ohio sabe a poco. Romney ganó en las ciudades y entre los más ricos y los más pobres. Santorum se impuso en las áreas rurales -aquellas más susceptibles de inclinarse por los republicanos en noviembre- y entre la clase media.
Si los triunfos de Romney esta noche saben a poco, Santorum tuvo en cambio una jornada grata. Se impuso con comodidad en los estados de Tennessee y Oklahoma, en ese Medio Oeste que tan fiel le ha sido hasta el momento en esta temporada de primarias, y logró una victoria por sorpresa en Dakota del Norte.
Y su derrota por tan escaso margen resta impulso a su principal rival, al que impide proclamarse como el candidato inevitable del partido.