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El estilo es el hombre
Buffon
Los partidos políticos son instancias que a final de cuentas no hacen otra cosa que no sea proponer diferentes estilos para lograr el mismo objetivo: el bien común. Al menos, eso dice la teoría.
Consecuentemente, los procesos electorales se realizan para dar oportunidad a los pobladores de una determinada región o país de poder elegir el estilo que más se acomode a sus necesidades y expectativas.
En similar orden de ideas, queda perfectamente claro que los yucatecos el próximo primero de julio deberemos escoger el estilo de gobernar que más se acomode a nuestras aspiraciones y requerimientos y que básicamente se puede dividir en dos vertientes: Por un lado, el populismo, más o menos exacerbado, que enfatiza el corporativismo y que se aprovecha de la ignorancia y las carencias de todo tipo de nuestra población, para prometer estadios de bienestar que a la postre nunca se cumplen y que solo se traducen en el enriquecimiento escandaloso de los integrantes de estas camarillas y por otro, otro modo de gobernar, que pone más acento en el hombre, en el respeto a la dignidad de su persona, que trabaja de manera ordenada y eficiente y que cree que el cambio de actitud puede transmitirse por contagio.
Fuerza es reconocer que una y otra postura, tienen numerosos seguidores y que la balanza finalmente se inclinará del lado de aquel que sepa infundir a esa franja cada vez mayor de indecisos y/o desencantados, la certidumbre de que posee la clave para resolver la problemática que nos aqueja.
Empero, es imposible cerrar los ojos al hecho que el estilo de gobernar basado en el desorden, el capricho, la improvisación y la ocurrencia (estas últimas dos, desprovistas de la dosis de genialidad, que de existir otorgan cierto grado de validez) ha causado francamente la molestia de un amplísimo sector de nuestra sociedad, cuya influencia es palpable y sensible, en diferentes ámbitos y que consecuentemente se opone a esta manera de concebir la administración pública, a la que considera equivocada.
En contrario sensu, podemos decir que los partidarios de tan polémico modo de ejercer el poder, son aquellos que de forma directa o indirecta, se han visto beneficiados por éste y sin ser insignificantes, ni poco influyentes, queda claro que se trata de un margen notoriamente menor.
Hasta ahí todo sería cosa de dejar la competencia electoral en manos de sus actores principales: los partidos políticos y de sus verdaderos protagonistas: los candidatos, permitiéndoles formular sus planteamientos y dándoles oportunidad de granjearse la confianza y la buena fe de la ciudadanía, pero hay circunstancias que imposibilitan esto y que hacen pertinente la participación de voces que propicien la reflexión y el análisis a fondo, porque francamente hiela la sangre, la aseveración de Rolando Zapata afirmando que transitará por el rumbo trazado con antelación por Ivonne Ortega; y a la vista del desastre que prevalece en nuestra entidad: del campo abandonado, del descuido sanitario, de la industria que languidece, del turismo que decae, de la educación en declive, de la cultura que agoniza, cabe cuestionarse si ese es el derrotero que pretende continuar y cómo será posible que un equipo que se caracterizó por entregar pésimos resultados y que estuvo conformado por abrumadora mayoría (en un 85 por ciento o más) por elementos de su grupo político, pueda por arte de magia, transformarse en una aceitada, precisa y eficaz maquinaria de gobierno.
Queda preguntar al candidato priista como será capaz de realizar este prodigio, que se antoja una proeza de la alquimia, superior por mucho a aquella que postulaba ser capaz de convertir el plomo en oro, a través de utilizar la mítica piedra filosofal.
Y en este sentido, es menester dejar completamente en claro que no estamos recurriendo a un discurrir faccioso, ni echando mano de cuestiones subjetivas, ni se trata de fobias de índole personal, sino que deviene de mirar tan solo cuanto tenemos a nuestro alrededor y que denuncia un deficiente gobierno, un mal ejercicio de los elementos que integran la administración pública.
Reitero, no es posible para los yucatecos continuar en medio de la improvisación, de la ocurrencia, de la carencia de planificación, de la inexistencia de estándares para calificar la calidad de cuanto se proponga o haga.
Yucateco: en tus manos queda la capacidad de decidir el rumbo que habremos de seguir los próximos seis años. De ti depende precipitarnos en picada o dar un golpe de timón y rectificar la ruta. Medita y procede en consecuencia. El futuro está en tus manos.
Dios, Patria y Libertad