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Martes 29 de mayo.- El concepto de lo que hoy conocemos como familia o, al menos el germen, nació hace más de cuatro millones de años. En esa etapa tan precoz de la evolución humana, nuestros antepasados los «Ardipithecus», apenas unos primates que caminaban sobre dos patas, dieron el paso necesario para que surgieran los valores familiares. Lo consiguieron al abandonar la promiscuidad por la fidelidad y la relación de pareja.
'Imposible librarse de los cuernos; único requisito, ser casado', sentenció el poeta chileno Nicanor Parra. Lo dijo más bonito Ronsard.
El cambio no fue casual y fue fruto de una combinación de variables que hizo cambiar la estrategia de las hembras para garantizar la supervivencia de su prole y también la de los machos menos favorecidos, según una investigación del Instituto Nacional de Matemáticas y Síntesis Biológica de la Universidad de Tenessee (Estados Unidos). Los detalles se publican en la revista científica «Proceedings».
La estrategia femenina cambió las reglas de la evolución. Ya no triunfaba ni se reproducía el más fuerte. Las hembras dejaron de elegir a los machos dominantes como pareja reproductiva por aquellos menos importantes en la jerarquía, pero que les proporcionaban otras seguridades, desde alimento hasta protección para sus crías. A cambio, ellas se convirtieron en sus fieles compañeras.
Esta nueva investigación plantea dos asuntos interesantes, reflexiona Antonio Rosas, profesor de investigación del CSIC y del Museo Nacional de Ciencias Naturales. «Una es la estrategia combinada entre las hembras y los machos inferiores en la jerarquía de la dominancia. Ellos terminan llevándose el gato al agua, frente a los más fuertes. En lugar de pelearse con otros machos, utilizan su energía en ganarse a una hembra con comida y protección para las crías. Pero eso solo funciona con el requisito de la fidelidad. Si no, sería una pérdida de tiempo y de energía».
En el género «Ardipithecus» se dieron los primeros emparejamientos.
Otros estudios ya habían apuntado al intercambio de sexo por comida entre nuestros antepasados. Lo original de este trabajo es el cambio de comportamiento simultáneo de machos y hembras por un interés mutuo, la acción combinada. Aunque ellas siempre marcan el paso: «Una vez que las hembras empiezan a mostrar cierto interés para que las abastezcan con comida, son ellos los que dejan de competir con otros machos por el favor femenino», explica el autor del estudio Sergey Gavrilets. En su opinión, su investigación describe «una auténtica revolución sexual».
El trabajo también deja ver en el género «Ardipithecus» los primeros rasgos de reconocimiento entre padres e hijos y el nacimiento de una nueva forma de sociedad con fórmulas de cooperación dentro del grupo.
Todo esto ocurrió hace más de 4 ó 5 millones de años, «aunque sin duda no hubo una barrera nítida que marcó el cambio de comportamiento», apunta Antonio Rosas. «Si en nuestras sociedades aceptamos cierta holgura en el concepto de emparejamiento, imaginemos a unos homínidos de hace millones de años».(ABC)