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ROMA, 29 de mayo.- Un éxito ha resultado la exposición de 'El sueño de los italianos'. La instalación se hizo en el silencio del domingo entre decoraciones pomposas y damascos polvorientos, en el primer piso del Palacio Ferrajoli, justo frente al Palacio Chigi, residencia oficial del Primer Ministro (ahora, Mario Monti). Un Berlusconi tamaño natural y extraordinariamente parecido al original, pero expuesto dentro de una vitrina de cristal, a su vez apoyada sobre un gran paralelepípedo blanco. El simulacro de Il Cavaliere que aterroriza por el color de la piel, los detalles del rostro y el pelo trasplantado; sonríe frente a la sede del gobierno que fue suyo por casi una década. En las habitaciones que preparan la visión, a la sombra de la gigantesca Columna Antonina, olor a cerrado y cuadros antiguos sin valor.
'El sueño de los italianos'.
Tras las ventanas del piso, que se alquila por fiestas y acontecimientos de variado género, el incesante ruido del tráfico en fondo, la primera impresión ante la obra de Antonio Garullo y Mario Ottocento es de malestar y fascinación, como ante los santos de rostros de cera que se ven bajo los altares en muchas iglesias de Roma. Pero el arte es precisamente arte, y además de combatir la indiferencia, no se preocupa de ser necrófilo o satírico, y en este caso llega en el momento en que el berlusconismo conoce objetivamente su fase terminal.
Los artistas, Antonio Garullo y Mario Ottocento, son la primera pareja italiana de gays unidos en matrimonio, en 2002. Tuvieron que irse a Holanda para casarse.
Laboriosa y también ambiciosa en su simbología quiere ser la instalación expuesta en Ferrajoli. De ensueño o difunto, Silvio viste su traje usual. En el bolsillo, la insignia de Caballero del Trabajo. La inconfundible corbata azul, aflojada. La mano derecha sobre "Una historia italiana", el folleto mitológico y oficial hecho llegar por correo a millones de italianos antes de la victoria del 2001. Mientras que para significar la obsesión desenfrenada por el sexo, la mano izquierda empieza a entrar al pantalón.
Berlusconi viste curiosas pantuflas con la cara del Ratón Miguelito, concesión al aspecto lúdico, alegre e imprevisible de un personaje que mucha parte ha tenido en el imaginario y en la realidad italiana. (Filippo Ceccarelli / La Repubblica)