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Una convocatoria lanzada a la red causó recientemente verdadero pánico en Palacio Municipal. La invitación era para acudir a pedirle a Angélica Araujo que cumpliera sus ofrecimientos de campaña. Cabe aclarar que aunque yo no voté por ella, a diferencia de otros compañeros, decidí asistir a la cita, no sólo para solicitar el cumplimiento de la palabra empeñada (a la fecha aun no veo claro), sino también como periodista, para verificar el comportamiento y la conducta social exhibidas ante los políticos de la actualidad.
No puedo ocultarlo. A diferencia de otros editorialistas venales, empeñados en distorsionar la realidad, mi ética me obliga a decir la verdad a mis cuatro lectores (parafraseando a Fuentes Aguirre, claro): quedé sumamente decepcionado. A excepción de un par de solitarios asistentes, el primero una mixtura de convencido y curioso igual que yo y el otro, un simpatizante casi por obligación (no en cuanto a que fuera presionado a serlo, sino como consecuencia de su extracción), nadie asistió. Después de armar verdadero revuelo en las redes sociales, nadie acudió a la cita. Todos faltaron a su palabra. Demostraron la veracidad de la frase: empujadores al muelle y se exhibieron como tales. Muy buenos para abanicar el fuego, pero incapaces de encenderlo. Y mejor no sigo, porque si digo lo que pienso y suelto todo cuanto llevo en mi ronco pecho, van a tachar mi lenguaje de soez y escatológico (y aún así, se quedarían cortos ante las dimensiones de la contrariedad que experimenté y la desilusión sufrida). Creo que ni cuando me ha cortado una novia o cuando me he reventado el dedo de un martillazo, he soltado tantos sapos y culebras del coraje. No esperaba que los jóvenes fueran capaces de propinarme tamaño desencanto.
Pero en contrario sensu y también en honor a la verdad, lo que mitigó un poco la amargura del desengaño, fue comprobar que las flamantes autoridades también tuvieron miedo (y mucho). Literalmente se estaban orinando de pánico (esto si fue escatológico, más no soez): la arquitecta tuvo a bien movilizar elementos de la policía municipal, que a pie realizaban nada discretos rondines, que habitualmente jamás realizan los elementos de dicha corporación, aún uniformados de azul (cosa que debe revolverle el estómago francamente a las ocupantes de ambos palacios). Se apostaron al frente de Palacio Municipal los integrantes de la dirección de (in)comunicación social, con la segura encomienda de grabar a los participantes en la manifestación, a efecto de identificar a cabalidad a los cabecillas y lo mejor: hasta los orejas de Palacio de Gobierno con aparatos de radiocomunicación al cinto se dejaron caer. Si esto no es tener un miedo cerval, rayano en el pánico, entonces no sé que será.
Todo lo mencionado revela que a las autoridades actuales, la posibilidad de la toma de conciencia ciudadana con la previsible movilización social,
las pone al borde de un síncope cardiaco. De ahí sus ingentes esfuerzos por
adormecerla, financiando con generosidad la infinita cantidad de pasquines
que pululan en nuestro medio y arrojando la mayor cantidad de migajas, que se disputan encarnizadamente los integrantes de la prensa vendida, dedicados a lanzar loas y quemar incienso de manera interminable.
Hasta ahí, todo entraría en los cauces de una aparente normalidad. Lo
único inquietante del asunto fue que el más abyecto, el más rastrero de los
lamebotas oficialistas, publicó en su página electrónica que la actividad se
llevaría a cabo (y eso no sería nada raro, toda vez que la invitación circuló
profusamente en la red). Pero lo preocupante resulta que subrayó que el
evento era auspiciado por operadores de Beatriz Zavala (falso de toda
falsedad, el sello de la convocatoria era notoriamente ciudadano) y que su
realización significaba desmanes. ¿Se estaría justificando anticipadamente la represión al movimiento y las represalias contra sus líderes? Esto si resulta
motivo de inquietud.
Finalmente, lo acontecido arroja como experiencia, que a diferencia de lo que ocurre en los Estados Unidos, en nuestra ciudad las redes sociales no inciden sustancialmente en la política y que no son fiables como elementos para medir el pulso de esta actividad. Delata que nuestra conciencia ciudadana está en pañales y que nuestros jóvenes no se han comprometido con las grandes causas ciudadanas y que les falta arrojo para dar la cara.
Corresponde a nosotros, los integrantes de la prensa libre, continuar
motivando la participación y provocar que la gente abra los ojos. Cuando esto suceda, el triunfo de la democracia es inminente. Seguimos en la lucha, con la conciencia de que se trata de brega de eternidad. Tan sólo cuestión de tiempo.
Dios, Patria y Libertad