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El periodismo mentiroso no existiría en Yucatán si ciertos “hombres de negocios” no les hubieran aportado recursos a los mercenarios de la falsedad.
Son “hombres de negocios”, entre comillas, porque fuera de un contexto de protección y privilegios —que ellos mismos buscan, todos los días, solidificar— sólo podrían tener éxito haciendo lo que hoy hacen los grupos de criminales organizados que combate el gobierno federal.
“Le tenemos que pagar porque tenemos intereses en el estado de la Q…”
Y pagan. Y vuelven a pagar. Y lo vuelven a hacer. Una vez que han entrado al juego, ya no hay manera de salir, porque al pasar por la puerta te van a golpear, y lo seguirán haciendo. Y te va a dar vergüenza que lean tus hijos, nietos y amigos lo que dicen de ti. Pero lo más probable es que sea verdad… Y por eso pagaste, para acallar esa verdad.
Esa prensa fomentadora de la falsedad le ha hecho a Yucatán más males que toda la historia colonial. Y ese mal es moderno, es desinformación que provoca una cadena de actos perpetrados por la ciudadanía, porque vive en un estado de confusión absoluta.
Hay muy poca gente en Yucatán, muy poca, que se expone, que da la cara y, de ser necesario, la vida. Si el juego de la desinformación se hubiese dejado desvanecer, hoy las cosas serían diferentes en Yucatán, porque habríamos continuado en un camino que no sería de simulación, sino de valor civil. ¿Lo tienes —valor civil— o te vale?
Los años que están pasando, todos desperdiciados, no volverán jamás. Los hemos perdido, castigando a las generaciones futuras. Pero es obligatorio dejar un mensaje que aclare la confusión…