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"En las democracias las mayorías nunca son absolutas"
Carlos Castillo Peraza
Hace unos días el periodista Carlos Loret de Mola al rechazar la medalla Yucatán, le dio a la clase política local una lección de congruencia que puso de manifiesto la enorme diferencia que existe entre jugar en el Azteca y andar cascareando en el Salvador Alvarado.
Si alguna duda nos quedaba de las limitaciones de nuestros representantes populares la disipó el líder de la mayoría priista en el Congreso Mauricio Sahuí Rivero, cuando no tuvo más recursos que refugiarse en la descalificación para justificar el desorden financiero que priva en prácticamente todos los rubros de la actual administración.
La gran tragedia de Yucatán ha sido, es y será, lo que nuestros abuelos llamaban la política de albarrada que básicamente consiste en arrojar piedras al adversario cuidándose de no recibir mayor respuesta. O sea, en la lógica del PRI cualquier opositor al gobierno de Ivonne es "panista", cualquier crítica proviene de "oscuros intereses" que solo intentan sacar raja electoral. En ningún momento les pasa por la mente que algo deben de estar haciendo mal para que voces tan disímbolas como las reunidas el lunes pasado en el callejón del Congreso coincidan exactamente en lo mismo: Que nos digan en dónde quedó el dinero.
El caso de Sahuí Rivero resulta doblemente grave, si tomamos en cuenta que la razón de ser de los diputados en la historia universal no es la de hacer leyes (como seguramente él cree), sino el de cuidar la correcta aplicación de los recursos que el pueblo paga a través de sus impuestos.
Nadie desconoce la amistad que une a Blanca Estrada Mora y a Patricio Patrón Laviada, o que Felipe Duarte y Roger González son militantes del Partido Acción Nacional, ni tampoco la larga trayectoria opositora de Guillermo Vela, son hechos públicos pero nada tienen que ver con el reclamo justo de miles y miles de yucatecos que vemos un gobierno derrochador e ineficiente.
Si el PRI tuviera un mínimo de sensibilidad política le daría una respuesta puntual, clara y precisa a cada uno de los cuestionamientos que se le hagan sin importar su origen, los ciudadanos como tales están en todo su derecho de hacer cualquier tipo de cuestionamiento y también de recibir una respuesta satisfactoria por parte de sus autoridades, independientemente que hayan votados por ellas o no.
El lunes por la noche Sahuí Rivero perdió una extraordinaria oportunidad para legitimar a su partido como el de una mayoría sensible a las demandas de sus críticos y que por lo tanto merece seguir siendo mayoría. Imaginemos que el flamante Presidente de la Gran Comisión del Congreso hubiese instruido a uno de sus compañeros medianamente versados sobre el tema (asumo que alguno habrá con habilidades para comunicarse más allá del BlackBerry) para que se hiciese presente ante los manifestantes, recibir sus quejas y comprometerse a atenderlas a la brevedad, ¡el golpe mediático hubiese sido demoledor!
Hoy los ciudadanos tendríamos respuestas o al menos mantendríamos la esperanza de que nuestros diputados estuvieran trabajando para dárnoslas. Sin embargo, la estrategia gubernamental se reduce a esconderse detrás de la albarrada, tomar la piedra en la mano y aventarla al grito de "son panistas".
En el PRI nacional hay políticos con una legendaria mano izquierda, Emilio Gamboa Patrón es uno de ellos, el gobernador Humberto Moreira es otro, y qué decir de Beatriz Paredes o de la senadora María de los Ángeles Moreno, ¿de veras a nadie se le ocurrió tomar el teléfono y preguntarles qué se hace en estos casos? ¿O será que los consideran pasados de moda?
Si esta nueva generación de priistas no respeta sus referentes históricos más cercanos, entonces bien podrían seguir el gallardo ejemplo del nieto del ex gobernador Carlos Loret de Mola. Lo triste es que simplemente no dan para más. pancho_cachondo2003@hotmail.com