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COLOMBIA.-La zona en donde el viernes el Ejército colombiana acabó con la vida de 'Alfonso Cano' (su verdadero nombre era Guillermo León Sáenz Vargas), el número uno de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), es de una belleza imponente, pero también el escenario más inhumano para pelear. Se trata de un macizo montañoso en el sur de Colombia de verdes intensos, humedad permanente y temperaturas que en ocasiones pueden caer hasta los cinco grados bajo cero. Por eso, tras herirlo en un bombardeo, los militares tardaron siete largas horas hasta concluir su misión. "Es un día muy importante para Colombia", exclamó el presidente, Juan Manuel Santos, al dar el parte de victoria después de la medianoche. "Es el golpe más contundente dado a las FARC en toda su historia". En efecto, Cano era la pieza fundamental de esta organización que llegó a poner contra la pared al Estado, pero que ahora encadena derrota tras derrota.
'Alfonso Cano' en una de sus últimas apariciones con 'Marulanda' (cubierto con un plástico azul), en el Caguán, en el 2001. Lee el emocionante relato de la cacería del arrogante y solitario político frustrado.
De 63 años, Cano no se dio nunca por vencido, como lo ratificó en su día final ante sus adversarios. A partir de unas pacientes y exitosas tareas de inteligencia, éstos localizaron su campamento en la espesura de la vegetación. "Lo tenemos", informó uno de los pilotos a su comandante, que de inmediato pidió autorización a Bogotá para bombardear.
Cano sintió la envergadura del ataque, pero mantuvo la frialdad para ordenar la retirada. Estaba muy cambiado, pues se había quitado su espesa barba que lo identificó en sus 33 años de vida armada. Un comando de fuerzas especiales hizo contacto con miembros de su guardia pretoriana, que sabían que tenían que dar la vida antes de permitir su muerte o captura.
El grupo era reducido, pues aunque en la operación, iniciada hace un poco más de tres años, participaban casi 7000 militares, cualquier movimiento debía hacerse con el sigilo de un lince. El frío y las minas antipersona que las FARC siembran en puntos estratégicos no sólo le han cerrado el camino a los militares, sino que les han causado numerosas bajas. De hecho, este sábado trascendió que en esta búsqueda tres jóvenes soldados murieron de frío y dos más al caer a un precipicio.
Un grupo de soldados del operativo desplegado para capturar a Alfonso Cano, ayer en la base de Popayán. EITAN ABRAMOVICH (AFP)
Por eso desde hace cinco meses, cuando había información certera de la ruta que llevaba, había que extremar las precauciones. En esa fecha se llegó a uno de sus campamentos. Diez minutos antes de que llegaran las tropas al lugar, Cano había estado allí. Esto llevó al presidente Santos a informar de que le estaban "pisando los talones".
Consciente de sus dificultades, Cano se mimetizó en un área selvática a esperar el agotamiento de los militares. Éstos, sin embargo, no dieron su brazo a torcer y trazaron un círculo en un área de varios municipios que le impediría salir a los departamentos de Cauca y Huila, en el suroccidente colombiano, una zona donde las FARC se mueven como pez en el agua por la experiencia acumulada durante varias décadas.
El viernes, las fuentes de inteligencia de la Operación Odiseo procedieron a informar de su localización exacta. Vino un bombardeo en el que se capturó al guerrillero Indio Efraín. Aunque desde el año pasado las fuerzas de seguridad ya habían capturado a dos de los hombres más cercanos a Cano, y habían dado muerte a por lo menos otros cuatro, las tropas entendieron que ahora sí estaban realmente cerca de él, porque este era el encargado de su seguridad personal.
Tras el cruce de disparos, se envió más tropa y al ingresar en lo que había sido un improvisado campamento, se encontró el cuerpo de 'El Zorro', operador de radio desde hace 14 años en las FARC. En medio de la inspección, las tropas encontraron una billetera personal de Cano, siete computadoras, 39 memorias USB, 24 discos duros, dos ametralladoras y 194 millones de pesos en varias divisas.
La satisfacción entre los militares fue grande porque, en el pasado, el decomiso de las computadoras de Raúl Reyes -muerto en un bombardeo en Ecuador en marzo de 2008- y Jorge Briceño, alias 'Mono Jojoy' -también caído en otro bombardeo en las selvas del oriente colombiano en septiembre de 2010-, permitió penetrar en el cerebro de las FARC, lo que las debilitaría aún más.
Sin embargo el mayor tesoro, aunque de gran valor estratégico, no eran en ese momento las computadoras, sino algo más simple y preciado para Cano en una fuga donde la neblina dificulta la visibilidad: sus gafas.
El día pasó con gran tensión en tres escenarios distintos. En el escarpado terreno del municipio caucano de Suárez donde Cano, el marxista puro a quien el presidente Álvaro Uribe definió como el "filósofo del terrorismo", huía; en Bogotá, donde el joven ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón (39 años), acompañado de toda la cúpula militar, daba instrucciones; y en la costa Caribe, en la que el presidente Juan Manuel Santos recibía los datos. A las dos de la tarde, la emisora La W dio un extra con la información.
El revuelo fue general porque se trataba del más importante guerrillero de las FARC, no solo por su liderazgo, sino por su formación académica. Cano era el marxista más preparado en la historia de la lucha armada en Colombia y el de mayor visión política. Tanto, que en los fracasados diálogos de paz en el Caguán (1998-2002) creó el Movimiento Bolivariano, una organización que le serviría de instrumento para la paz o de plataforma política para la guerra. Todo dependía del resultado. Como las conversaciones fracasaron, el movimiento pasó a ser clandestino y Cano trazó las pautas de su nuevo aparato ideológico. Entre tanto, lideró en el interior de las FARC el Plan Renacer, para volver a tomar oxígeno. Toda la política giraba en torno a él.
El ministro de Defensa tuvo que salir por la noche a aclarar algunas de las informaciones que daban cuenta de la muerte de 'Pacho Chino', el hombre más cercano a Cano. Al hacerlo, en los medios de comunicación el frenesí bajó y se creyó que de nuevo el esfuerzo se había perdido. Sin embargo, a esa misma hora los militares ya habían recogido un cuerpo que por sus características físicas coincidían con las de Cano. Fue llevado en helicóptero a la ciudad de Popayán, donde le practicaron en el Instituto de Medicina Legal las pruebas dactilares. Sí. Era Cano. Sin embargo, el Gobierno ordenó repetir los exámenes para evitar cualquier equívoco. A las diez de la noche ya no había dudas y la noticia se extendió como la pólvora.
En un viernes donde los noticieros de la noche tienen poca sintonía porque la gente está rumbeando, todos se volcaron a la televisión. El parte de victoria lo dio el propio presidente Santos a medianoche, una hora absolutamente inusual, aunque en esta ocasión era seguido por todo el país.
Miles de colombianos sacaron ayer banderas y el eco de los vivas al Gobierno y al Ejército se escuchaba nítido. Aunque Cano decía que representaba al pueblo, su vida había terminado en medio del rechazo general porque los medios usados para alcanzar el poder generaron una espiral de violencia dolorosa. En este momento hay todavía unos 8000 hombres de las FARC armados, pero sin un líder que les diga qué hacer. (EL TIEMPO / EL PAÍS)