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Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz, Rector del Templo Expiatorio a Cristo Rey, Antigua Basilica de Gudalupe, manifestó en su tradicional homilía dominical, que el perdón es esencial no solo para reconciliarnos con Dios y con nuestros semejantes, sino para vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás, por lo que recomendó perdonar y perdonarnos.
ENSEÑANZA BREVE: La fe no solo es creer en Dios, sino creerle a Él. Para quienes creemos, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Él es la verdad, la palabra, el amor de Dios, hecho hombre. Dios no se contentó solo con crearnos, sino incluso vino a enseñarnos cuánto nos ama y cómo debemos amarnos a nosotros mismos y a los demás. La fe brota no del encuentro con una serie de dogmas o mandamientos, sino del encuentro personal con Jesús. Por lo mismo no basta decir soy católico, es necesario vivir como Jesús. Hoy, Él nos dice: PERDONA. Para sus apóstoles eso parecía imposible, hoy la psicología enseña que para ser feliz hay que perdonar. No es Jesús el que está mal o nos pide cosas imposibles, como perdonar. Uno mismo es quien le pone barreras al amor de Dios. No basta con decir Señor, Señor, es necesario creerle a Jesús. Por eso para perdonar cristianamente y vivir la experiencia de ser libres en el amor de Dios hay que aprender a perdonar con fe para ser feliz. Hoy como los apóstoles digámosle a Jesús, auméntanos la fe y repitamos una y otra vez Jesús, en Ti confío y digamos también: en tu nombre Jesús, yo perdono a quien me ha ofendido, señaló.
II.- VER - JUZGAR -ACTUAR
Muchas personas viven tristes y con una violencia interior. Por el odio que llevan, algunas personas viven desadaptadas a su entorno familia, laboral, estudiantil y social. El resentimiento que llevan en su interior se nota en su rostro, en sus palabras, en sus acciones. Algunos son tímidos, algunos inseguros, otros callados, algunos envidiosos, otros celosos, algunos explosivos, otros violentos verbalmente o físicamente. Algunos manifiestan su falta de perdón y de amor en manías como ser mentirosos o robar, agregó.
Juzgar.- Hay quienes piensan que así son y nunca van a cambiar, porque la vida los hizo así. No es verdad, Dios que es amor nos ha creado por amor y para que seamos felices, por lo que, Jesús nos da su perdón y nos enseña a perdonar, para que seamos libres para amar y ser felices. Jesús señala que aunque el odio estuviera tan fijo e inamovible como una montaña o estuviera enraizado profundamente como un árbol, si tengo fe y perdono con fe, el odio y el resentimiento, como la montaña y el árbol desaparecerán.
La psicología habla de la importancia de perdonar. El perdón del que Jesús habla, es el que procede de Él. El perdón que el católico da no ha de ser motivado sólo por una conveniencia psicológica sino que ha de estar lleno del amor de Dios, que nos quiere libres de toda opresión. Cuando un católico perdona, no lo ha de hacer sólo con sus propias capacidades psicológicas, sino con el poder y la fuerza del amor de Dios. Por eso los apóstoles le dirán a Jesús: auméntanos la fe.
Solo Dios puede perdonar los pecados, por lo mismo cuando perdono en el nombre de Jesús, además de mi intención humana, está la gracia del poder de Dios, que sana la herida abierta que una mala acción dejó en mi corazón. Yo debo aprender a perdonarme a mí mismo, para amarme. Debo perdonar a los que me han ofendido para vivir reconciliado con todos. Debo vivir reconciliado con los ambientes donde realizo mi vida. Debo aprender a perdonar las situaciones y circunstancias que me afectan, desde el perro que ladra, la planta que estorba el paisaje, el ruido de los coches, la inseguridad de las calles, la situación de violencia del país, la incertidumbre económica del mundo, los desastres naturales, etc. Estas cosas y todas las que puedo recordar y que me quitan la paz, requieren que las perdone en el nombre de Jesús para vencer los sentimientos de odio, resentimiento, temor, indefensión o cualquier otro sentimiento negativo que yo pudiera tener. Perdonar en el nombre de Jesús me reconcilia conmigo mismo, con los demás, con mi entorno y sobre todo con Dios, pues me permite experimentar su amor, añadió.
ORAR.- Muchas personas no son felices porque viven presas de sus odios, rencores y envidias. Piensan que su lucha está en el exterior y en contra de aquellos que le han hecho daño. Se equivocan, la lucha está en su interior, porque no tienen amor en su corazón, sino sentimientos negativos. Algunas personas encuentran ayuda o paliativos en terapias psicológicas o en la participación de algunos talleres de perdón o de desarrollo humano o en libros que hablan sobre el tema. Esto es bueno, pero no es lo único ni lo mejor. Si por ejemplo, se me descompone un reloj, puede ser que me lo arregle el chalán del taller mecánico, pero lo mejor es que me lo arregle el relojero que lo hizo. Así, si quiero sanar las heridas de odio o resentimiento que llevo en mi corazón, lo mejor es que me ponga en la presencia de Dios y le diga: Señor Jesús, tú que te has hecho hombre para mostrarnos tu amor y perdonarnos, enséñame a amar y a perdonar para ser libre y ser feliz en tu amor y perdón. Tú lo puedes todo, yo sin tí, no puedo nada. Ven con la ternura de amor y enséñame a perdonarme a mí mismo y a los demás, acotó.
ACTUAR.- Porque no quiero sólo creer en Jesús, sino creerle a Él, y hacerlo señor de mis sentimientos, hoy pensaré en aquellas personas que me han hecho algún daño y a las que les guardo rencor. Dejaré que el sentimiento de odio, rechazo o de tristeza que experimento cuando pienso en ellas aflore en mi corazón y visualizándolas en mi imaginación, les llamaré por su nombre y les diré: en el nombre de Jesús, yo te perdono. Por ejemplo si siento que tengo algún rechazo con mi papá, lo visualizaré y le diré: Papá en el nombre de Jesús, yo te perdono, enfatizó.
Algo similar tendré que hacer, si reconozco que no me amo a mí mismo o que vivo en lucha con algunas etapas o acciones erróneas de mi vida. Entonces, visualizando aquello que no acepto de mí mismo diré mi nombre y diré: Yo, me perdono y me amo en el nombre de Jesús y con mis propios brazos, me daré un abrazo, reiteró.
Seguramente que después de hacer esta oración de perdón, sentirás paz en tu corazón y notarás cambios muy positivos en ti, que se mostrarán en tu rostro y con nuevas actitudes, mostrarás que le has creído a Jesús y lo has hecho señor de tus sentimientos, indicó.
Si puedes, y quieres, comenta los efectos del perdón con un amigo. Si lo haces con un sacerdote, incluso puede ser materia de confesión.
Por cierto, si sientes que brotan lágrimas, déjalas fluir, finalizó.