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Me parece que queda perfectamente claro para la inmensa y abrumadora mayoría de los mexicanos, sean católicos o no, la magnitud de la tarea en lo que concierne a labor social, que realiza la Iglesia Católica Mexicana, a favor de madres desamparadas, niños en situación de orfandad, personas en situación de calle, de la tercera edad y en general en pro de los grupos vulnerables y ciudadanos desprotegidos, la cual es muchas veces, más eficaz incluso que la que realizan numerosas dependencias gubernamentales, sin importar su nivel, que ante el lastre del burocratismo, no pueden ser tan expeditas.
Considero igualmente que queda perfectamente claro el quehacer de la Iglesia Católica Mexicana, a favor de la búsqueda constante del bien común, en lo que concierne al ejercicio de su magisterio, exaltando la conciencia de la ciudadanía, para hacerle sentir el peso de sus responsabilidades y el nivel de sus alcances, pero también para hacerla consciente de sus derechos y de la importancia de ejercerlos en el marco de la legalidad.
Es igualmente, de todos sabido que la ley que impera en este país, en referencia a nuestra carta magna, es un asqueroso mamotreto de tendencias jacobinas, redactado con el ánimo de silenciar a la entidad que tradicionalmente ha elevado la voz para poner un dique a los excesos del oficialismo y que es un compendio legal arcaico y anquilosado, que por conveniencia de los poderes fácticos que prevalecen en esta sufrida patria nuestra, no ha experimentado las adecuaciones acordes al nivel de país civilizado que en teoría pretendemos ser.
Merced a todo lo anterior, como muchos mexicanos, fue gratificante enterarse de los señalamientos que el semanario Desde la Fe, vocero de la Arquidiócesis de México, realizó a la cámara de diputados, puntualizando al órgano legislativo la dimensión de su responsabilidad, al dejar de cumplir con su trabajo: procurar las reformas necesarias al marco normativo vigente en México, que redunden en beneficio de los ciudadanos, en lo concerniente a los aspectos político, laboral, fiscal y energético.
El editorial destacaba con toda claridad y vigor, como los integrantes de la cámara, dejaban de cumplir con las obligaciones para las cuales fueron electos y defraudaban la confianza del electorado, al incurrir en actitudes y conductas muy poco dignas de su elevado encargo. Nada se dijo que no fuera público y notorio, nada se destacó que no fuera del conocimiento de todos y cada uno de los mexicanos, nada se expresó que vulnerara la seguridad del estado mexicano o que atentara contra su concepción laica. Por sobre todas las cosas: nada se dijo que no fuera verdad. La Iglesia Católica, suscribió la opinión de la inobjetable mayoría de mexicanos católicos o no.
La respuesta y las reacciones previsibles no se han hecho esperar: utilizando un lenguaje jacobino, socialistoide, pero básicamente trasnochado y retardatario, los diputados izquierdistas, específicamente mujeres para oprobio, baldón y deshonra de su género, junto con los acomodaticios y mañosos priistas, se han apresurado a tapizar de descalificativos y denuestos, los gallardos señalamientos de nuestra madre y maestra. Aquí cabe destacar la tibia y escuálida actitud del PAN, temerosa y poco viril, incapaz de apoyar una actitud más que justificada y los reproches, más que merecidos de parte de nuestros flamantes diputados.
Ojalá que nuestros conciudadanos sean conscientes de quien es quien se ha puesto de su lado para defender sus intereses, más allá de las conveniencias y de la embestida política y mediática desplegada por esa horda de buenos para nada que tan caros nos cuestan y sobre todo, ojalá el gobierno de la república no se vaya a permitir amilanar por el clamor de estos malos servidores públicos, que a voz en cuello exigen la entrada en liza de gobernación y casi solicitan la inmediata toma a sangre y fuego de la sede del Arzobispado.
En la Biblia no hay palabras sobrantes ni perdidas, bien dijo el Rabí de Galilea: por sus obras los conocereis. Huelga decir que en este caso, es más que claro.
Dios, Patria y Libertad
Guillermo de Jesús Barrera Fernández