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Éste es el dilema que enfrenta una mujer afgana llamada Gulnaz: o se casa con el hombre que la violó, o tiene que pasar doce años en la cárcel en la que fue ingresada. ¿Cómo es posible semejante aberración? La respuesta hay que buscarla en la intrincada madeja de costumbres religiosas ancestrales que componen la ley afgana que rige el comportamiento de hombres y mujeres en casos como éste.
Primeramente está el hecho de que su violador es el marido de su prima, es decir, que se trata de alguien del entorno familiar el cual tendrá que seguir viendo por el futuro previsible. Además, tuvo la mala suerte de que salió embarazada producto de la violación así que no pudo esconder su "deshonra" tal como tienen que hacer miles de mujeres en Afganistán cuando son violadas en esta sociedad preponderantemente machista. Dada esta situación, la única manera que tiene Gulnaz de poder "rehacer su honor" debido a la violación, de acuerdo a la ley afgana, es casarse con el violador para formar una familia. Sólo así se le puede reconocer legalmente al bebé y no tendría que seguir viviendo en la cárcel como tiene que hacerlo toda madre soltera en Afganistán.
El libro 'Un burka por amor' narra la historia de María Galera, una española que se enamora de un afgano y se va a vivir con él al país asiático. Curiosidad: los españoles dicen 'un burka', mientras en América el nombre del traje es femenino.
Muchos se preguntarán qué dirá la esposa del violador y prima de Gulnaz de todo esto. Pues ella también tiene que aceptar algo no muy agradable, es decir, compartir a su esposo con su prima. Ya Gulnaz está resignada a casarse con el que la violó porque sabe que las consecuencias para ella y su hija si no lo hace serán terribles.
Lo increíble del caso es que, debido a la presión internacional y al interés muy personal de la Secretaria de Estado de Estados Unidos Hillary Clinton, se aprobó hace dos años una ley llamada Eliminación de la Violencia Contra Mujeres. Pero dicha ley sólo se ha aplicado en 101 ocasiones a pesar de que se han reportado miles de casos de abuso contra las mujeres. De más está decir que los casos no reportados seguramente llegarán al centenar de miles.
Y es que una cosa es la ley y otra muy distinta las costumbres y las tradiciones religiosas que, como muy comúnmente ocurre en las religiones de origen semítico, discriminan contra las mujeres. El mundo no debe permanecer indiferente ante estos abusos bajo el pretexto del respeto a las culturas ajenas y a las prácticas religiosas de cada país. El abuso la humillación y la violencia contra las mujeres deben ser considerados inmorales e ilegales en cualquier cultura y bajo cualquier religión.