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BRUSELAS—La decisión del primer ministro del Reino Unido, David Cameron, de mantenerse al margen de un pacto para que los gobiernos de la Zona Euro avancen hacia un mayor control central de sus políticas fiscales fue presentada ayer como "mala para Gran Bretaña" por parte de sus socios de la coalición de gobierno y, en Europa, como una derrota.
Sin embargo, la popularidad de Cameron pareció recibir un impulso en el Reino Unido. Mientras algunos analistas predicen que la decisión podría colocar al Reino Unido en una situación peligrosa de cara a la salida de la Unión Europea (UE), hay todavía una preocupación más inmediata: ¿cómo reaccionará el Banco Central Europeo (BCE) al acuerdo de la cumbre para que la Eurozona progrese hacia una unión fiscal más estrecha?
Se espera que este lunes David Cameron (en la foto) repita en la Cámara de los Comunes que su decisión no es el comienzo de un proceso de desvinculación de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), dijo una fuente cercana. De espaldas, la canciller de Alemania, Angela Merkel.
De acuerdo con una encuesta publicada ayer en el periódico británico Mail, 62% de los entrevistados dijo que Cameron estaba en lo correcto al oponerse al tratado de la UE; 19% dijo estar en desacuerdo. La encuesta en línea realizada por Survation entrevistó a 1020 personas. "La UE sabe que este primer ministro puede decir 'no'", escribió en su blog John Redwood, un ex ministro conservador que se confiesa euroescéptico.
Los medios de comunicación alemanes describieron el resultado de la cumbre como una clara victoria de la canciller Angela Merkel, que dejaba marginado al Reino Unido. "Éxito de Merkel — Aislamiento de Gran Bretaña", decía la portada del Süddeutsche Zeitung, un importante diario alemán.
Algunos analistas apuntaron que la división podría tener importantes consecuencias a largo plazo. "Gran Bretaña está ahora más aislada que en los 25 años que vengo siguiendo la UE", sostuvo Charles Grant, director del Centro para la Reforma Europea. "Si tuviera que apostar dinero ahora, pienso que Gran Bretaña dejará la UE en los próximos diez años", añadió.
La posibilidad de que Gran Bretaña podría distanciarse aún más de la UE suma un nuevo desafío a la unidad del bloque de 27 naciones, amenazada por la crisis de deuda soberana en la Zona Euro.
Dado que la respuesta casi unánime a la crisis fiscal pasa por una unión aún más estrecha entre los 17 miembros de la Zona Euro, algunos analistas ven el creciente distanciamiento de Gran Bretaña como una consecuencia inevitable.
La negativa de Gran Bretaña a respaldar los cambios al tratado en la cumbre de la semana pasada dejó a los otros 26 miembros de la UE a la búsqueda de un acuerdo entre sí para crear normas más restrictivas sobre los déficits fiscales y sanciones automáticas a los países que se excedan en sus presupuestos para los 17 miembros de la Zona Euro y otros que tengan la intención de unirse a ellos.
La cuestión que motivó el desacuerdo fue una "lista de compras" británica diseñada para proteger a la ciudad de Londres y su gran industria de servicios financieros. Su postura solicitaba garantías de que algunas decisiones sobre el futuro de toda la regulación de Europa fuera acordada sobre la base de la unanimidad de los 27 miembros en lugar de por la mayoría cualificada, que en teoría podría dejar a Gran Bretaña en minoría.
Sin embargo, las propuestas británicas, sobre las cuales los diplomáticos dijeron que otros líderes habían dado poco o ningún aviso, sorprendieron a muchos de los presentes como un esfuerzo para proteger a los bancos cuyas actividades estaban en el origen de la crisis.
El inicio de las negociaciones del tratado fue un mal momento para presentar exigencias, opina Mats Persson, director del centro de estudios Open Europe. Cameron debería haberse centrado en principios generales, añadió.
Muchos diplomáticos en Bruselas se preguntan qué había logrado exactamente el Reino Unido con su postura. Sin haber obtenido ninguna concesión sobre los servicios financieros y una importante pérdida de buena voluntad de otros países de la UE, su principal consecuencia parecía ser un acuerdo fiscal de la Zona Euro menos sólido de lo que podría haber sido.