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Ivonne Ortega Pacheco llegó al poder en medio de grandes expectativas de una ciudadanía cada vez más fácilmente víctima de la seducción de un aparato mediático poderoso, capaz de incidir en el ánimo del electorado, presentando como novedoso y fresco un producto que en realidad es todo lo contrario y que abandera los viejos modos de hacer política, disimulándolos a través de estrategias de mercadotecnia, tan recurridas en el mundillo político actual. Desde que la actual mandataria inició su actividad proselitista, los conocedores de la política priista intuimos que había gato encerrado: no se caracteriza el modus operandi priista por fundamentarse en hablar claro y de cara al pueblo, ni por la sinceridad de sus propósitos e intenciones. Lo medular de sus postulados es aparentar, fingir que las cosas son de cierta forma. Por eso para los militantes del tricolor son básicos los eventos multitudinarios y la abundancia de imágenes en las que sus candidatos aparezcan sonriendo, abrazando gente, con niños en brazos, marchando de la mano de mujeres, escuchando campesinos, visitando viejitos o cosa por el estilo. Lo esencial es venderles a los votantes la idea de que el candidato es amable, risueño, accesible, servicial y sensible. Si carece de estos atributos, no importa. Lo importante es fingir que los tiene. En ello basan su percepción de éxito, más que en una adecuada plataforma de campaña o en la nobleza de su ideología.Ivonne Ortega (fuerza es reconocerlo), ha sido una destacada exponente de tales principios: acuñó para promover su imagen la figura sensiblera de un corazón, prácticamente idéntico al de cierta compañía trasnacional dedicada a la venta de helados, pregonó el juego limpio, explotó haber nacido en un pueblito del interior del estado, abrazó cuanto se puso en su camino, lloró a moco tendido, promovió y usufructuó en su beneficio las divisiones entre sus contrincantes y principalmente, aprovechó el capital político acumulado por su tío, Víctor Cervera Pacheco, quien le antecediera en la gubernatura y uno de los más grandes caciques de la historia del país y Yucatán.
No bien hubo tomado posesión, se dejó sentir su impronta: proyectos de lo más disparatados y descomunales como un tren bala, la realización de conciertos faraónicos de dudosa utilidad popular, caracterizados por la turbiedad en sus finanzas, constantes apariciones en programas de espectáculos, empréstitos de cuestionable destino y ausencia absoluta de obra pública. Proyectos eso sí, a tutiplén y discursos victimizándose por doquier, pero nula transparencia y rendición de cuentas, en el marco del más despótico ninguneo a la oposición y de la soterrada represión a sus opositores.
Destacada por su adhesión a la causa de Enrique Peña Nieto, postulado por el siniestro grupo Atlacomulco, socorrido embozo del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, Ivonne demostró su eficacia en la operación política al maquinar un escandaloso fraude, cobijado por una elección de estado en la que nuevamente compró opositores, implementó los más descarados mecanismos de intimidación, compra de conciencias y coacción del sufragio, posicionando con tres años de anticipación, personeros e incondicionales en un instituto electoral a modo y completamente parcial a sus disposiciones. Lo anterior, para imponer en la alcaldía de Mérida a Angélica Araujo, una de sus más destacadas incondicionales.
Famosa por su genio irascible, por su lenguaje pródigo en vocablos de grueso calibre, por su adicción al poder y su ostentación, por la realización de vaquerías multitudinarias, por su notorio mal gusto, por la profusión de cenas en las que se incluyen platos sofisticados, por su inclinación a todo lo relacionado con la farándula, Ivonne preside un régimen que gusta del boato y el oropel, pero que es pura escenografía, habida cuenta de la carencia durante su gestión, de acciones trascendentales. Pero el cénit de su desgobierno lo ha dado al declarar su pretensión de convertir Yucatán en la capital mundial de la moda, al nivel de París, Madrid, Londres, Copenhague y otras urbes, reputadas por fama semejante. Desde luego la pretensión lleva implícito un trabajo intenso para cristalizar el objetivo postrero y sería quizá hasta loable, si Yucatán no fuera una entidad con notorias carencias en materia de infraestructura, producción, turismo, salud, seguridad, educación, comunicaciones y muchísimos otros rubros, no solamente de importancia, sino elementales. Un sencillo ejemplo de lo anterior, constituye que son nada más unos cuantos los municipios yucatecos que cuentan con la posibilidad de atención médica nocturna. En los demás, está prohibido enfermarse de noche, ya que si esto ocurre, es forzoso el traslado del enfermo para brindarle los cuidados propios de su condición, a un municipio que si cuente con este servicio.
Habiendo impuesto a su alumna más aventajada en la presidencia municipal emeritense, Ivonne Ortega, se dedica a recorrer el país a la medida de su gusto, inmersa en actividades que nada tienen que ver con el cumplimiento de su encargo. Prueba de lo anterior constituye que ella y Angélica Araujo, se encontraban en la capital del país, haciendo turismo gubernamental, sin preocuparles un ápice la afectación de la entidad y su capital, por los efectos de la tormenta tropical en turno. Más aún y para demostrar su calidad de discípula aprovechada, ya Angélica Araujo se dispone a endeudar su municipio, a ejemplo de las enseñanzas de su mentora.
Ivonne Ortega Pacheco, representa una de esas figuras que constituyen una franca involución para la democracia mexicana, una regresión política a los tiempos del populismo rampante y el paternalismo sin rubores, estadios que ya los mexicanos creíamos superados y que para bienestar de nuestros descendientes y lo porvenir, debemos rechazar tajantemente. México y Yucatán son dignos de un mejor destino. Reflexionemos, aún estamos a tiempo...
Dios, Patria y Libertad