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¿Hay una personalidad "correcta" para ser político? Por desgracia, en nuestra sociedad, el concepto de "político" —persona política— está terriblemente devaluado. La personalidad de quien cree que puede desarrollarse en política no es igual a la de los demás. Parece ser que sólo resultan buenos servidores públicos los que buscan promover un objetivo concreto y, persiguiéndolo, entran a la política.
Tú, joven, ¿has considerado convertirte en "persona política"? Al considerarlo, ¿no tuviste por un momento una actitud de relajo, de chiste, de falta de seriedad? O bien, ¿no la tuvieron contigo tus amistades cercanas al oírte? Lo más importante no es lo que los demás te manifiesten, sino aquello en lo que tú estás convencido.
Lo que debería ser una persona política es muy diferente de lo que hoy, en general, es. El político debe pensarse a sí misma(o) como una persona capaz de entender los intereses que habrá de conciliar para que sociedad, negocios, educación y servicios progresen. La persona política se encontrará con la dura realidad de que acudirán a solicitarle apoyo para causas básicamente personales que, de paso —así tratarán de convencerlo— serán de "beneficio colectivo".
Quien se "lanza" a la política, si no tiene un objetivo muy concreto de beneficio colectivo —por el cual, desde luego, se le pagará— es mejor que no lo haga. Buscar el poder por el poder mismo, no sólo no es válido sino debería tipificarse como delito. Es más válido buscar hacer un trabajo por el cual se le pagará —aunque no sepa exactamente qué es lo que hará— que ir tras el desahogo personal del placer de tener el poder.
Ahora, les pregunto a los que hoy son diputados: Realmente, ¿tienen propuestas legislativas concretas? ¿Nuevas leyes? ¿Modificaciones? ¿Se van a sentar en las curules a esperar "línea"? Si es esto último, ¡sálganse! No tienen nada qué hacer cobrando esa dieta.
Si no tienes metas concretas de beneficio colectivo ¡aléjate de la política, porque podrías —o deberías— acabar en la cárcel!