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Lo importante no es cambiar de amo, sino dejar de ser perro
Manuel J. Clouthier
Me causa mucha pena contemplar desde la izquierda, la silueta del Ayuntamiento. Me irritan los tonos cárdenos que han puesto como su base. Me disgusta contemplar una triste farola, con luz escuálida a sus puertas, testimoniando la era de oscuridad que hoy lo envuelve. Me molesta en grado sumo el logotipo del Ayuntamiento, infectado en un verde carente de buen gusto y que demerita la obra cumbre del colombiano augusto, que ebrio de agua de pozo, se arraigó entre nosotros. Me indigna el doble lenguaje utilizado por los integrantes del municipio impuesto, pregonando por un lado aprovechar la experiencia de la plantilla laboral en funciones y respetar los derechos de los trabajadores existentes, pero que premia por otro lado, el nepotismo, la sumisión, la venta de los ideales a cambio de malhadadas treinta monedas y que a la primera ocasión, en aras de una supuesta productividad, aumenta despiadadamente la carga de trabajo. Peculiar cabildo integrado por personeros, por descendientes y beneficiarios de unas muy cuestionables conquistas revolucionarias. Curioso organigrama en el que forman una sarta de oportunistas y la cuota imprescriptible de traidores, amnésicos de dignidad.No estoy dispuesto a permitir más injusticias. No estoy en disposición de tolerar una versión atenuada de otro régimen de boato y escenografía. No transigiré en que se ponga en la picota el esfuerzo de veinte años de propiciar el bien común. No desperdiciaré mi existencia, proveyendo de recursos a una entidad que no sabrá justipreciarlos, ni rendir cuentas con prístina claridad.
Se siente raro tener al frente de la ciudad a alguien que no vio la luz bajo este cielo. Es extraño pretender amor de quien no conoce los ecos que revela cada calle, cada farol y cada esquina. Sorprende abjurar súbitamente del blasón que más nos enorgullecía ante propios y extraños. Estremece comprobar la falsedad de lo prescrito en nuestra divisa.
No aceptaremos que nos quiten nuestra Mérida. No contemplaremos impávidos su destrucción, la desaparición de lo erigido a punta de ideales. Luchemos desde ahora por recuperarla. Resistamos el quehacer del mal gobierno. Rebelémonos ante sus arbitrariedades. Que se den cuenta que no estamos derrotados. Que se percaten que no estamos dispuestos a permitir sus injusticias. Pongo desde este momento, esta columna al servicio de la libertad, para contribuir a denunciar excesos, ilegalidades y desviaciones. Las naves se han quemado ya hace mucho y el hacha de guerra ha tiempo se ha desenterrado. Que sea lo que Dios quiera...
Dios, Patria y Libertad