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En el número anterior hablamos de espiritualidad como la fuerza detrás de las formas físicas. Es el espíritu lo que integra cuerpo y alma, permitiendo el surgimiento de la naturaleza consciente. Ser consciente es tener poder para realizar cada acción con el conocimiento y la certeza de que estamos eligiendo hacer la acción 1 y no la 2, 3 o 4. Cada minuto y segundo de nuestra vida estamos eligiendo acciones y pensamientos y son esas elecciones las que nos conducen a vivir en sufrimiento o en plenitud.
El código de ética varía de acuerdo al espacio, tiempo, cultura o religión. Es posible, sin embargo, definir valores universales, promovidos por todo código ético. El amor, el respeto por los demás, por la vida, son algunos ejemplos. Todo empeño en conducir a las almas hacia el bien, advierte e induce al auto control y a la disciplina —necesarios para evitar acciones que nos dañen. El resultado será el cultivo de buenos hábitos —que fortalezcan la energía y firmeza de nuestro espíritu, de manera que podamos elegir cada acción "en consciencia" en cada circunstancia.
Cada cultura, cada religión, establece un código de ética, una moral, unos valores humanos, que orientan acerca del bien o del mal —lo correcto o incorrecto— de una acción o acciones. La capacidad de los seres humanos de seguir estos códigos de ética, depende de su fuerza espiritual, de su naturaleza consciente y no de su creencia o de su fe. Incluso hasta las personas que se declaran ateas —que no creen en Dios— pueden elegir, "con la fuerza de su espíritu" su código de ética y ser personas rectas, buscando y eligiendo el bien de acuerdo a su propio juicio e intelecto. Por el contrario, una persona muy devota y religiosa puede no tener fuerza espiritual y actuar en el mal, de acuerdo al código de ética de su religión. Es decir, es la fuerza del espíritu la que determina la orientacion de nuestras acciones.
Por lo tanto, código de ética, religión y espiritualidad juegan un papel muy importante en nuestra vida cotidiana. Ser muy "conscientes" de ellos es importante para darles el valor que les corresponde. Desarrollar la agudeza y profundidad de nuestra consciencia, significa que, con auto control y disciplina, recorreremos el camino desde la superficie de nuestro ser, el cuerpo, y miraremos hacia el interior, al alma. Desde esta consciencia interior alcanzamos la liberación, la felicidad y la paz.