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Desde 1995 no se formaba un ciclón en Atlántico en el mes de junio hasta que "Alex" lo hizo este año con un poder de destrucción inimaginable. Este tempranero meteoro refuerza los pronósticos de una temporada de huracanes muy intensa que estima que 14 huracanes se formen entre junio y el final de noviembre de este año, de los que entre 3 y 7 de ellos pudieran ser de gran intensidad con vientos sostenidos cercanos a los 200 km/h.
Tras dejar 12 muertos a su paso por Centroamérica —y lluvias por casi 3 días seguidos en la Península de Yucatán— como tormenta tropical, "Álex" se fortaleció en las cálidas aguas del Golfo de México y en las primeras horas del miércoles 30 de junio se convirtió en un gigantesco huracán de categoría 1 en la escala Saffir-Simpson con un diámetro superior a los 900 kilómetros. Horas después el ciclón subiría a categoría 2 que fue con la que tocó tierra en la costa sur tamaulipeca, a partir de lo cual empezó a degradarse lentamente al atravesar dicho estado y el de Nuevo León, para finalmente desintegrarse en el occidente potosino.
Cabe mencionar que no fueron las rachas de viento que alcanzaron los 154 km/h los que produjeron los mayores daños en Tamaulipas y Nuevo León, sino la cantidad de agua que por horas dejó caer en tierra el meteoro, entre 300 y 500 mm, el doble de lo que en 1988 generó el mítico huracán "Gilberto", el llamado "huracán del siglo".
Los daños en ambas entidades, los cuales son también ya comparados con los causados por "Gilberto", fueron de grandes proporciones, por lo que en ambos estados fue decretado estado de emergencia en diversas poblaciones y el Ejército Mexicano implementó el Plan DN-III de Ayuda a la Población. El recuento: al menos 10 personas muertas, daños incuantificables a la infraestructura pública y privada por las inundaciones y los vientos, numerosos municipios de Tamaulipas incomunicados, más de medio millón de personas sin servicio de energía eléctrica, y la pujante ciudad de Monterrey —entre otras— colapsada en su actividad económica.