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A principios de esta semana, en una conferencia de prensa ofrecida en conjunto con las principales cabezas de la Federación Mexicana de Fútbol un día después de su arribo por tierras sudafricanas, Javier Aguirre, técnico de la selección mexicana, renunció a su puesto tras la eliminación del tri en octavos de final del mundial de Sudáfrica, lo que él mismo describió como un "fracaso más" del seleccionado mexicano, que se suma a los experimentados en los cuatro anteriores mundiales. Por ello, dijo "el Vasco", queda en deuda permanente con la afición mexicana, como también quedaron los responsables de esos pasados mundiales que tienen "nombre y apellido".
Tras sus polémicas decisiones adoptadas durante el mundial de Sudáfrica que muchos interpretaron como soberbia, el ejercicio de autocrítica de Aguirre fue recibido con agrado por los medios y afición mexicanos, que reconocieron la mística y entrega del tri a partir de su llegada, en medio de un complicado panorama de clasificación que Javier y sus jugadores solventaron satisfactoriamente. Al final, fue prácticamente unánime el agradecimiento para con "el Vasco". Por contra, con respecto a los federativos, sigue la afición preguntándose a quién rinden cuentas y cuándo asumirán sus errores.
Mientras tanto, después de una ronda de octavos en la que los resultados lógicos fueron prácticamente la constante al ser eliminados en sus partidos los países "más débiles" en los mismos—Corea del Sur, Estados Unidos, México, Japón, Eslovaquia, Chile y Portugal— e Inglaterra, cuyo duelo con Alemania se preveía pudiera adjudicárselo cualquiera de los dos, los cuartos de final iniciaron con un resultado que nos indica que "el mundial de las sorpresas" se mantiene y que en el campo se siguen dando justas del tipo David y Goliat que, a veces, tienen resultados como el de la historia bíblica.
Y es que en ese primer partido de cuartos, una Holanda inspirada en el segundo tiempo y un autogol recibido en los primeros minutos del mismo por un error compartido entre el portero brasileño Julio César y su defensa Felipe Melo —quien además de meter ese autogol se hizo expulsar— aplacaron el juego excelso del seleccionado carioca manifestado en el primer tiempo pero materializado únicamente en un gol de Robinho, y con un gol de cabeza del más chaparrito de los holandeses, Wesley Sneijder, los naranja sellaron su triunfo sobre el "scratch du oro" que en los últimos minutos estuvo más cerca de recibir un tercer gol que anotar el del empate.
Con esta sorpresa —porque nunca dejará de ser una sorpresa que Brasil pierda en fútbol— iniciaron los cuartos de final, lo que es buen augurio para los demás partidos que restan y que, sin lugar a dudas, depararán más sopresas para los aficionados a este deporte.