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El PRI no le hizo favor alguno a Calderón el 1 de diciembre de 2006. En todo caso, habrá sido, por primera vez en su historia, respetuoso de la democracia ciudadana. Pero ahora sabemos que ésa —respetar— no fue su intención. El PRI no buscó en momento alguno cooperar para que se cumpliera el mandato ciudadano en México.
El discurso de la presidenta de ese partido, Beatriz Paredez Rangel, con motivo u oportunidad del asesinato del ex candidato a gobernador de Tamaulipas, deja ver con toda claridad el grado de perversidad del sistema PRI mexicano. De una vez por todas, dejemos algo claramente por sentado: la elección del 2006 fue apretada, pero, tres ejercicios estadísticos fuertemente sustentados por instituciones de alto prestigio académico dieron resultados que coincidieron con lo que finalmente se dio en el conteo final de las urnas: Calderón había ganado por un muy pequeño margen, que, en la realidad, fue de arriba de 280,000 votos. Por lo tanto, el PRI no hizo favor alguno: fue congruente con el mandato democrático. Eso es todo.
El priismo nacional parece encontrar un momento coyuntural para hacer declaraciones que esconden, ahora sí, lo que ya se comentaba: ha estado pasándole facturas al presidente Calderón en forma constante. Ellos mismos, en el discurso del 29 de junio, lo están dejando ver con toda claridad. Traen entre manos "el favor" de haber hecho posible que hubiera quórum para que Calderón tomara posesión.
De López Obrador se puede decir que es un ciudadano inmaduro para la democracia, incapaz de entender que un margen pequeño también es un margen respetable. Del PRI sólo se puede decir que son perversos. Los hechos nos lo están demostrando. Si el PRI dudó de la victoria de Calderón, debió haberlo expresado mucho antes. No fue así. Fueron los estados del norte los que en forma contundente le dieron esa victoria a Calderón, junto con el estado de Yucatán, que también se pintó de azul ese día.
Pero ahora viene el juego político. Calderón, haciendo eco al llamado en todas las encuestas de los mexicanos al final del sexenio de Fox, toma al toro por los cuernos y decide enfrentar a la delincuencia organizada con toda la fuerza del estado. Es un enfrentamiento burdo, quizás con poca información de inteligencia —no lo sabemos con certeza porque han sido escuetos en este tema— pero decisivo y sin miramientos. El resultado ahora se está viendo en los Estados Unidos, en donde la droga está cara, escasa y la poca que se ofrece en la calle, está adulterada. Jamás habían vivido los drogadictos y los traficantes norteamericanos un momento más perjudicado para su "modus vivendi" que el que hoy están teniendo.
Esos datos vienen de Estados Unidos y son un claro indicador del nivel de desesperación que deben sentir los grupos delictivos organizados. El inútil, idiota, perfectamente estúpido asesinato del candidato a gobernador, es una muestra de desesperación. Si ellos pueden hacer eso con un candidato a gobernador del PRI, ¿se imaginan lo que le pueden hacer a la población civil en el momento que deseen?
¿Qué pasaría si un grupo de estos desalmados ex castrenses llamados "zetas" deciden disparar contra niños y jóvenes a la salida de alguna escuela, sólo para ejercer presión sobre el gobierno de Calderón para que regrese el ejército a sus cuarteles y ellos puedan deambular libremente envenenando a más y más gente con su destructivo producto? ¿Qué pasaría? ¿Qué postura política tomaría el PRI? ¿Cómo aprovecharía el momento?
A ver, hagamos un ejercicio mental mínimo. Imaginémonos sentados ante "Los Zetas" en una mesa de negociaciones. La primera pregunta que les vamos a hacer es: "Señores, ¿qué desean? ¿qué quieren? ¿qué pretenden?". Y esas preguntas, ¿qué respuestas recibirían? Está claro: "queremos el camino libre, el territorio abierto, para producir, transportar, distribuir, vender y cobrar nuestro producto". Pero hay varios grupos peleándose por los territorios. Sacamos al ejército de las calles y les ordenamos a nuestros policías que no se metan con los que estén involucrados en el negocio de los narcóticos. Es decir, les damos libertad total para empujar su droga por todos lados. Incluso, cuando lleguen a las puertas de nuestros hogares, no nos van a preguntar si la queremos, nos van a entregar una dosis, probablemente nos la inyecten y, a partir de ese momento, pasarán a entregar y cobrar: ya nos habrán hecho adictos.
Pero la violencia por las calles no sólo no va a disminuir, sino que va a aumentar. Ya no habrá ninguna fuerza a favor de la sociedad que pueda combatirlos. Se van a enfrentar entre sí los hombres armados de los diferentes grupos llamados carteles. Y los ciudadanos se harán a un lado para evitar las balas, mientras policías y ejército observan, quietecitos, "no sea que una bala del ejército le dé a un transeúnte, porque eso sí sería grave y sería duramente juzgado por Derechos Humanos..." Pero si una bala de los encuentros entre carteles te hiere: ¡ni modo, así es la vida!
Ése es el mundo que desea el PRI y los tontos útiles —o de plano, idiotas— que andan solicitando, por pura postura política, que el ejército se salga de las calles y regrese a sus cuarteles. ¿En dónde tienen la cabeza, señores? ¿Qué les pasa? ¿Tan idiotamente los empuja a razonar la necesidad de encontrarle defectos al adversario político?
Y no salgan con la estupidez de que aquí se está solicitando "carta blanca" para el ejército. Nada de eso. Necesitamos fuerzas armadas con ética militar perfectamente definida y vigilancia continua para supervisar que se esté dando. Entre las miles de acciones que ha participado el ejército, han sido mínimas aquellas en las que el daño colateral ha sido profundamente indeseable. Han sido mínimas pero grotescamente amplificadas por los detractores de Calderón y del panismo, que no cesan de tratar de encontrar la manera de desacreditar cuanta acción provenga de los gobiernos azules.
No, no son perfectos —no pierdan el tiempo discutiendo que los panistas no son perfectos, ya lo sabemos, no hay humanos perfectos— pero son, en conjunto, mucho menos cínicos, un tanto más democráticos —con serias reservas—, más respetuosos de la ley, mejores administradores y, quizás por más ingenuos, más confiables en sus tratos políticos. En otras palabras, dentro de la sociedad mexicana hay 2 caminos para hacer política: dentro del PRI y fuera del PRI. Algunos piensan que es mejor ir hacia la izquierda y apoyan al PRD, otros piensan que la pobreza sólo se acaba siendo más productivos individualmente y apoyan al PAN. PRD y PAN, a final de cuentas, no están en desacuerdo con los métodos democráticos, aunque tengan profundas diferencias con respecto a lo que unos y otros creen que es útil para disminuir la pobreza. Los del PRI, en cambio, son ultra pragmáticos: lo que importa es tener el poder y tratar de darles a los que se pueda por su lado y a los que se dejen y se callen, ¡dejarlos igual de jodidos que siempre, amenazándolos con crearles expedientes si levantan la voz! Ésta es una corta forma de definir esas posturas, pero, ¡discútanlo, razónenlo y verán que por allí va la cosa!
No, Calderón no le debe favor alguno al PRI. El asesinato de Tamaulipas es algo de lo más feo que esperemos —de verdad— exista forma de evitar que se esté produciendo en forma constante. Los grupos armados que ejercen violencia porque "a huevo" quieren que se haga lo que ellos piden —que va contra las leyes y contra todos los derechos humanos— si quieren negociar, ¡que lo digan! Lo único que han hecho es amenazar y luego cortar y colgar cabezas. Y eso es lo que el PRI dice que al combatirlo se está haciendo un "show" político.
Abramos los ojos, mexicanos, todos. Hoy por hoy no contamos con un lector remoto de pensamientos cerebrales que permitan ubicar exactamente al narco, al delincuente, al que está a punto de violar la ley, al que sólo planea cómo aprovecharse de los demás. De tener un aparato como esos, ¿se imaginan cuántos políticos preferirían esconderse en su casita y dedicarse a vender tamales?