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No obstante que se encuentran en todos los mares tropicales cálidos del mundo —salvo en el Mediterráneo— pocos son los países —Filipinas, Australia, Honduras y Tanzania, entre otros— que tienen la fortuna de ser santuarios de la especie de peces más grande del mundo: los tiburones ballena.
Nuestro país no sólo tiene un ecosistema propicio para el avistamiento de esas enigmáticas y amistosas criaturas marinas, sino que cuenta con dos puntos de observación: el Golfo de Baja California en el Pacífico y las aguas circundantes a Holbox, isla quintanarroense ubicada en donde las tibias y esmeraldas aguas del Golfo de México se confunden con las un poco más frías y turquesas aguas del Caribe.
Entre los principales atractivos de esta paradisíaca isla se encuentra el nado junto a esos enormes tiburones, también llamados "peces dominó", que en el verano visitan sus aguas.
Y es que el aprovechamiento de esta especie —entre el Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam y el Parque Nacional Isla Contoy— se ha convertido en los últimos años en una importante industria turística para las comunidades locales.
Estos tiburones, a pesar de su gran tamaño —llegan a tener más de 15 metros y 25 toneladas de peso— no representan ningún peligro para el ser humano. Por el contrario, son muy amigables y hasta juguetones con los buzos que nadan junto a ellos. La experiencia resulta inolvidable.
Esta actividad eco-turística es cada vez más popular. En 2009 más de 17,000 personas disfrutaron esta experiencia en la zona, aprovechando que los tiburones ballena arribaron en gran número, desde finales de abril, retirándose a mediados de septiembre. En su mejor momento estuvieron juntos unos 1,400 ejemplares.
Aunque esta "actividad de aprovechamiento no extractivo" —uso y admiración de un recurso sin remover a los especímenes de su ambiente— está regulada por la Ley General de Vida Silvestre, su creciente popularidad representa un riesgo para esta especie, que en nuestro país es considerada amenazada: NOM-059-SEMARNAT-2001 para la protección ambiental.
¿Qué hacer, entonces, para usufructuar sustentable y responsablemente este tesoro que la naturaleza obsequió a nuestro país? ¿Cómo aprovechar al máximo este atractivo natural sin afectarlo? ¿Cómo promover la biodiversidad y el uso sostenible, equitativo y justo de sus beneficios, tal y como se comprometió nuestro país al suscribir el Convenio sobre la Diversidad Biológica en 1992?
Es aquí donde un proyecto interinstitucional, internacional y de carácter multidisciplinario, surge como una "bisagra" que pone al servicio de los prestadores de servicios turísticos el trabajo de científicos y autoridades ambientales, y viceversa.
Desde sus inicios, en 2003, el Proyecto de Estudio del Tiburón Ballena del Atlántico Mexicano, conocido como "Proyecto Dominó", ha involucrado a los diferentes actores, mediante la estrecha colaboración de los prestadores de servicios turísticos y las autoridades ambientales, principalmente. Muy valiosa también ha resultado la información proporcionada por los permisionarios por las bitácoras y reportes de avistamientos.
Con esa cercana y coordinada interacción, el marcaje y reavistamiento de especímenes, la telemetría acústica y satelital, la variabilidad genética, la alimentación y nutrición, el comportamiento, crecimiento, distribución y dinámica poblacional, y la ecología e hidrobiología, entre otros, son temas que han sido estudiados y emprendidos exitosamente en este multidisciplinario e internacional proyecto de colaboración. Esto ha permitido que la actividad turística desarrollada se realice no sólo generando beneficios económicos para la comunidad, sino para los mismos tiburones ballena y el peculiar ecosistema que los mismos buscan en esas aguas.
Otro de los resultados palpables de este proyecto es el Código de Ética adoptado que rige esta actividad eco-turística y que, en aras de la sustentabilidad y continuidad de la misma, es observado estrictamente.