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Dos estrellas y media
"Abel" es el debut autoral de Diego Luna en el terreno de la ficción —recordemos que ya había dirigido 3 años atrás un documental sobre Julio Cesar Chávez. Luna también colabora en el guión junto con Augusto Mendoza, un escritor de televisión que ha trabajado para programas de Eugenio Derbez. "Abel" es la historia de una familia mexicana como hay muchas. Cecilia, la madre, busca sacar adelante a sus tres hijos: Selene, una adolescente un tanto rebelde; Abel, un niño autista; y el pequeño e inquieto Paúl. Los cuatro padecen a su manera la ausencia de Anselmo, el irresponsable padre que un buen día se fue a hacer su vida por otra parte.Cecilia saca a Abel del hospital en el que se encuentra recluido e intenta integrarlo a la vida familiar. El niño parece tener síntomas de recuperación cuando su mente asume el papel del padre ausente. Abel cree ser el jefe de la casa y comienza a tratar a Selene y Paúl como hijos. El doctor recomienda que no contradigan su fantasía y, en el juego de roles, la familia comienza a ser más unida. Pero Anselmo aparece y la situación se complica.
La irresponsabilidad paterna es el tema eje. De allí los sobrados homenajes a "La oveja negra" de Ismael Rodríguez —la película que Abel ve por televisión. El problema es que Luna aborda el tema desde una perspectiva más telenovelesca que cinematográfica, limitándose a repetir arquetipos del melodrama. La influencia televisa en el trabajo del ahora director se hace patente además por la tremenda inexperiencia con la que está trabajado el guión.
Tópicos extraídos de los culebrones de Televisa se plantean como elementos ingenuos de la trama: el padre que le regala una cámara fotográfica a su hija pero olvida borrar unas fotos comprometedoras. De estar más consciente de sus verdaderas influencias creativas, Luna debió homenajear —con mayor atino— "El premio mayor" de Emilio Larrosa. Pues, al igual que en dicha telenovela, también se vincula la pobreza con el hacinamiento y el mal gusto.
Otra fuente de la cual se nutre el argumento de "Abel" parece ser "Chiquilladas". Aquel programa televisivo cuya comicidad consistía en la sosa idea de ver a unos niños comportándose como adultos. Durante gran parte de la película se sobreexplota la comedia de ver a Abel interpretando a su padre —con todo y sus actitudes machistas y abusivas— complementándose con las inocentes respuestas de Paúl, quien sí llega a ver a su hermano como una figura de autoridad. La intención no es explorar las afecciones emocionales del abandono paterno en los infantes, se trata únicamente de repetir situaciones graciosas salidas de comerciales de alimentos infantiles.
El mayor valor del filme está en la selección de su elenco infantil. Los hermanos Christopher y Gerardo Ruíz-Esparza —Abel y Paúl respectivamente— se llevan la película y hasta ensombrecen a una Karina Gidi bastante fría y un José María Yazpik fuera de tono. Por otra parte, el trabajo fotográfico de Patrick Murguia —"Fuera del cielo" y "Cuentos de hadas para dormir cocodrilos"— sostiene formalmente una película que está más editada que dirigida.
"Abel" es una cinta que logra momentos jocosos gracias a sus pequeños actores. Su guión echa mano de varios recursos narrativos propios del melodrama televisivo mexicano, llevándose también sus imprecisiones argumentales y los tropiezos en su desarrollo dramático. El camino para que Diego Luna llegue a ser un cineasta consagrado aún se ve bastante largo.
Lo mejor: Christopher y Gerardo Ruíz-Esparza conquistando a las audiencias con su frescura actoral y la fotografía de Patrick Murguia.
Lo peor: Un guión cargado de vicios televisivos y con un desarrollo atropellado, especialmente una vez que se encamina al clímax.