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Hay una especie de vergüenza en ser feliz a la vista de ciertas miserias
Jean de la Bruyëre
México, mi país natal. México, mi queridísimo México... ¡Ay de ti!
Ahora que va terminando el "mes patrio", en el que celebramos los 200 años de nuestra libertad, pienso en lo que hemos hecho con ella... y me angustio.
Decimos los mexicanos que como México no hay dos. ¡Y qué bueno!, pues... Vivimos en constante zozobra: Cárteles de droga, secuestros, crímenes impunes en general, crisis económica y de valores, etc., etc.
Pero, ¿quiénes son los culpables del desastre constante en el que estamos?, la respuesta es —creo yo— muy evidente: nosotros, los propios mexicanos.
Tenemos un divorcio cotidiano entre el saber y el hacer. Queremos —no pasamos del querer— honestidad de parte del gobierno y desgraciadamente los ciudadanos no somos muy honestos. Nos satisface violar impunemente las disposiciones porque sí. Porque, ¿a cuenta de qué no lo voy a hacer?, ¿Se atrevería alguien a amonestarnos, ya no digamos a sancionarnos?, ¿Y el respeto a nuestra libertad?
Hechos:
A pesar de las advertencias de no usar teléfonos celulares en ciertos lugares, por razones de seguridad, como en bancos, aviones, expendios de gasolina y otros, lo hacemos abiertamente y sin que nos importe que todos estén mirando esta clara violación a las disposiciones al respecto. Ningún funcionario de la institución o vigilante se aventurará
a llamarnos la atención.
Veo a los padres de familia llevar o ir a buscar a sus hijos hasta las puertas de sus escuelas haciendo caso omiso de las franjas amarillas de no estacionar y aparcados en 2 ó 3 filas estorbando la fluidez del tránsito, sabiendo que ninguna autoridad intervendrá. Quieren que, sin descender de su vehículo, su hijito(a) llegue hasta él. ¿Flojera, desidia, comodidad? No lo sé. Lo que sí he visto es que muchas de estas personas son jóvenes
sanos y que salen a trotar habitualmente, pero no, no se les da la gana de estacionar correctamente a, digamos, 50 metros de la escuela y caminar hasta ella (¿?).
¿Y los que conducen hablando por medio de su celular o arreglándose el cabello y/o maquillándose y que les importa un comino la seguridad propia y la de los demás...? ¡Ay de quien se atreva a señalárselo, sea un agente oficial o algún ciudadano consciente!
¿Y los transeúntes que atraviesan las calles sin usar los pasos peatonales construidos para su propia seguridad? Causa pena observar cómo cruzan calles peligrosas sin usar el paso seguro a pesar de tenerlo a unos cuantos metros. ¡Y ay de quien les ose decir algo!
En las clínicas del Instituto de Servicios de Seguridad Social para Trabajadores al Servicio del Estado (ISSSTE), el Instituto Mexicano de
Seguro Social (IMSS) y todos las demás, los derechos de los pacientes
son letra muerta y las violaciones a los códigos correspondientes —que nosotros solapamos— cosa de todos los días.
Las buenas intenciones de restringir la compra de medicamentos sin receta de un facultativo, dizque para protegernos de los peligros de la automedicación —aunque sabemos que tienen trasfondo político— naufragan por el consentimiento oficial de poder comprar productos que ¨"curan" milagrosamente —ineficaces y onerosos— a través de la televisión y el Internet, sin la dichosa prescripción médica.
No compatriotas, no podemos exigir de nuestras autoridades un nivel ético del que nosotros, los ciudadanos comunes, carecemos. Que conste que solamente he dado aquí unos botoncitos de muestra de los cientos que existen.
La corrupción vive y pervive porque formamos parte de ella, ya que con nuestro silencio la autorizamos. Somos, además, el país de la mordida, del embute y demás lindezas. Es decir, somos cómplices de los males que nos aquejan.
Nuestro amadísimo México cambiará cuando yo cambie y cuando cada uno de nosotros cambiemos.
¡Qué viva México!, y lo grito con mucho amor y mayor respeto. Septiembre de 2010.