Yucatán es la tierra de nuestros padres y de nuestros abuelos, es el hogar que durante años ha dado cobijo a nuestros hijos; aquí crecimos con toda esa gente que nos ha ofrecido lo mejor de sí.
Es el espacio donde crecimos y nos educamos, donde recibimos sólidas bases y principios para iniciar, quizá, el largo y venturoso vuelo hacia otras tierras lejanas, igual de mágicas y nobles, como la de nuestros ancestros. Es un orgullo ser piedra angular de esta tierra "solariega y blasonada", como bien podría calificarla el poeta León Felipe, si viviera. Y hay que presumirla por donde quiera que uno vaya. Sin embargo, después de muchos años de recorrer el Estado de punta a punta, no me queda más que expresar mi profunda tristeza por ver lo que he palpado desde hace mucho tiempo: pobreza, miseria, carencias. Quizá más de uno podría decir que en Yucatán la gente vive en calma, en absoluta paz, llena de seguridad, y no estaría del todo equivocado. Vivir así le gusta a cualquiera. Pero no hay que confundir la tranquilidad con el progreso y el desarrollo. Por donde quiera que uno pase no puede dejar de ver gente abandonada a su suerte, caminando descalza, con la ropa roída y malgastada, pidiendo limosna para poder comer. En la mayoría de los municipios la gente se alimenta con lo que puede porque no le alcanza para más; percibe sueldos de miseria, si es que llega a conseguir un trabajo que apenas le dé para lo elemental. Precisamente por eso se registran elevados niveles de alcoholismo en las pequeñas comunidades. ¿Alguien lo duda? No lo creo. Los jóvenes yucatecos han abandonado lo poco que queda del campo para irse a vivir a las urbes, donde casi siempre terminan trabajando de cargadores, lavacoches, limpia vidrios o de "viene viene". Eso no es vivir con dignidad. Los yucatecos merecen más. Padres e hijos, hombres y mujeres de esta tierra merecen vivir con un mayor estándar de calidad, en la ruta del progreso, del bienestar y del desarrollo. En el camino de la modernidad. Pero esto no será posible en Yucatán si seguimos con gobiernos mediocres, cegados por el poder y el dinero, perdidos en su laberinto de corrupción. Ese es el caso que estamos viviendo. El primer paso para tener mejor calidad de vida es sacar a todos estos despilfarradores del gobierno y quitarles el poder que ahora tienen; pésimos funcionarios públicos que no funcionan; pésimos servidores públicos que no sirven. Mientras en Yucatán sigan gobernando los políticos teatreros y corruptos del PRI, mientras tenga gobernadores que sólo buscan servirse con la "cuchara grande", buscando beneficios propios sin pensar en los demás, el Estado no va a progresar. Pongamos todo en una balanza ¿Qué ha hecho la actual gobernadora, Ivonne Ortega Pacheco, por mejorar las condiciones de vida de los yucatecos? Nada ¿Qué ha hecho para frenar los altos índices de corrupción y desfalco que se ha visto en su administración? Nada. Por el contrario. ¿Qué ha hecho el principal candidato, Rolando Zapata Bello, su principal sucesor, para proponer desde la Cámara de Diputados algo que pueda cambiar el rumbo de Yucatán? Nada. Ni se le ve ni se le siente en San Lázaro, pasa tan inadvertido como casi todos los legisladores del PRI que nos representan. Después de cuatro años de gobierno podemos asegurar que el Partido Revolucionario Institucional le ha servido a los yucatecos para una sola cosa: para enseñar que como opción política es la peor, la más desastrosa, la más ignorante. Y con esos gobiernos siempre iremos para atrás. Hoy Yucatán y toda su gente merecen algo mejor. Hoy es indispensable que todos los partidos políticos con ganas de hacer algo por el Estado, integren un frente común para sacar al PRI de Palacio de Gobierno y de Palacio Municipal. Hoy los políticos de formación humanista, sin importar que sean del PAN, del PRD del PT o del PANAL, deben unir todas sus fuerzas y propósitos con los sectores empresariales, académicos e intelectuales para cambiar el rumbo de esta entidad. Hoy más que nunca son indispensables las alianzas estratégicas con todos los sectores sociales, con todos los líderes de opinión, para terminar de una vez con esas formas de gobierno inservibles, inútiles, como las que hoy se ven en el Estado. Los yucatecos ya no queremos que nuestro dinero, que nuestros impuestos vayan a parar a la campaña de Enrique Peña Nieto, por muy "bonito" que se les haga el precandidato presidencial priista a algunas personas. El dinero de Yucatán es para los yucatecos y nadie más. Hoy los yucatecos deben construir una alianza sólida, fuerte, incansable, que comience a trabajar rumbo a las próximas elecciones. No será difícil sacar a los despilfarradores del gobierno, porque de corrupción ya estamos hartos.