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Cuando uno abre el periódico para consultar la cartelera puede notar que casi el 100% de lo exhibido son películas de Hollywood. Y uno se pregunta ¿Qué pasa con todas las demás producciones que se realizan en otras partes del mundo? ¿Por qué no llegan a salas comerciales y se vuelven exclusivas de cineclubes?
El cine nació como parte de un proceso de una revolución industrial y tecnológica. Fueron unas cuantas naciones centrales las que encabezaron dicho cambio. La trasformación respondió a intereses económicos y fue resultante del poder político que dichas potencias habían comenzado a instalar sobre la mayor parte del mundo.
Surgió entonces algo llamado "industria cultural, que consiste en productos de entretenimiento creados a través de esos nuevos medios generados a partir de la Revolución Industrial. El cine empezó a vendernos imágenes de otros lugares, de otras culturas, nos mostró nuevos mundos, nos contó historias, comenzó a educarnos. La industria cultural es el deseo de ajustar los contenidos de entretenimiento a una visión económica y política.
Esta visión enaltecía el modelo de vida en las naciones "más desarrolladas". La industria del entretenimiento empezó a sustituir las tradicionales instituciones educativas y formativas, sirvió para alimentar la actividad social y para trasnacionalizar modelos de producción y consumo.
El objetivo mayor de esta actividad es construir la personalidad y carácter del sujeto social necesario para la reproducción del sistema dominante. Ideología y economía coinciden en un proceso destinado a la convalidación y refuerzo de los intereses de las naciones poderosas. Así mismo, existen fuerzas locales aliadas a tales beneficios.
De esta manera el cine pasó a ser controlado, primero por Italia, y después de las dos Guerras Mundiales por Estados Unidos. Hollywood es el primer exportador y distribuidor de películas a nivel mundial. La monopolización de mercados es una realidad aún palpable en nuestras carteleras. De hecho Hollywood forma parte de nuestra cultura cinematográfica, los jóvenes no conocen otro tipo de referente a la hora de hablar de cine, y eso es grave.
La entrada de productos hollywoodenses a nuestros mercados no es mala. Lo nocivo es el acaparamiento de la exhibición y distribución al punto de obstaculizar la producción nacional. Lo perjudicial es que no existan condiciones de igualdad para la difusión de otras propuestas. No es malo ver cintas gringas, lo malo es que sea lo único que se conozca.
Por eso es necesario buscar otro tipo de propuestas; los cineclubes, las rentadoras y el internet son de gran ayuda. Incentivar a los jóvenes a ver cosas diferentes, que sepan que hay un mundo inmenso de opciones fílmicas aún por conocer. Es lamentable descubrir que se nos ha negado el visionado de muchísimas propuestas inteligentes. Si queremos ampliar nuestros referentes, hay que ver de todo.