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Nada de lo que desperdiciamos —aún creyendo que podemos hacerlo porque en fin que "nosotros lo pagamos"— es racional y ayuda a la colectividad. Desperdiciar es irracional, antisocial, rudo y nada amistoso. Usar los recursos energéticos con estricta disciplina se traducirá en que seamos un país más competitivo.