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Dos estrellas
Desde hace ya 3 décadas que la visión mercantilista de Hollywood motivó la aplicación de estrategias de marketing en la producción cinematográfica. En un inicio, los esfuerzos se centraban en ambiciosas campañas publicitarias previas al estreno y en el merchandising (artículos que utilizan la imagen de una película —gorras, llaveros, juguetes, ropa, etc.) Después se incorporaron los estudios de mercado y las proyecciones de prueba para medir reacciones en una audiencia seleccionada.
Como parte de esta experimentación, que busca extender las posibilidades de vida comercial del producto, se han sumado conceptos como product placement, que consiste en mencionar o exhibir marcas y productos dentro de un filme. Aunque el product placement ya se había usado desde los años 40, el primer en emplearlo de manera más consciente —y lucrativa— es Steven Spielberg en "E.T. El extraterrestre". La Hershey's pagó una buena cantidad de dólares para que sus dulces Reeses Pierces sirvieran en la escena donde el pequeño protagonista hace un camino golosinas para que E.T. entre en su habitación.
En 1981, la empresa de chocolates Mars —creadores de los famosos M&M's— fue la primera en escuchar la oferta de Spielberg para participar financieramente en la producción de "E.T.", sin embargo rechazaron la propuesta. Ahora, 30 años después, Mars ha comprobado la eficacia del product placement y es una de las muchísimas empresas que integran el soporte financiero de "Los pitufos", la película que hoy nos compete. El instante publicitario de unos M&M's azules, es uno de los pequeños comerciales que integran este filme.
Los pitufos son personajes creados por el caricaturista belga Pierre Culliford, mejor conocido como Peyo, en 1958. Estos duendecitos de piel azulada, vestidos con pantalón y gorro blanco —excepto Papá Pitufo que viste de rojo—, se inmortalizaron gracias a una serie animada que alcanzó gran éxito en los años 80. La parte antagónica está representada por el brujo Gárgamel y su gato Azrael, que desean atrapar a los duendecillos para usarlos para crear brebajes mágicos o simplemente comérselos.
Los que fuimos niños en los años ochenta conservamos gratos recuerdos de "Los pitufos". Cómo olvidarse de Pitufina, los regalos explosivos de Pitufo Bromista, las pretenciosas intervenciones de Filósofo (que siempre terminaba siendo arrogado), la afeminada voz de Vanidoso, los enrevesados planes de Gárgamel, las inteligentes resoluciones de Papá Pitufo y la peculiar risa de Azrael.
Pero el entretenimiento actual ha cambiado mucho. Para el cine del nuevo mileno, los argumentos son lo menos importante en la elaboración de una película, interesan más otras cuestiones: ¿Cuántos patrocinadores (sponsors) se anexarán al proyecto? ¿Cómo reducir costos de inversión? ¿Cómo convencer a las empresas de publicitarse en el filme? Siendo "Los pitufos" un aparador de tienda, no sorprende que la gracia de la serie televisiva se haya perdido.
Creada desde un ordenador, "Los pitufos" tienen ahora una apariencia tridimensional pero conservan sus rasgos tiernos. En el filme, un plan fallido de Gárgamel (un acartonado Hank Azaria) provoca la aparición de un vórtice que transporta a 6 pitufos (Pitufina, Papá Pitufo, Valiente, Filósofo, Tontín y Gruñón) directamente a Nueva York —así o más trillado. Por supuesto también viajan Gárgamel y Azrael para perseguirles. Los pitufos se hacen amigos de un publicista (Neil Patrick Harris) y su esposa (Jayma Mays), quienes deciden ayudarles a regresar a casa.
Sacar a los pitufos del bosque encantado y llevarlos a Nueva York no es producto del arrojo narrativo de sus escritores, sino de las intenciones publicitarias de quienes producen —no en balde el protagonista es un agente de publicidad. El bosque no sirve porque allí no hay marquesinas, tiendas o marcas comerciales. Un conjunto de situaciones ingeniosas que aprovecharan el escenario neoyorkino pudo darle cierta energía a la película, pero los gags se quedan en la simpleza y el cliché. Un ejemplo es la ineludible y típica escena de la cocina donde los invitados hacen destrozos al no saber como usar los utensilios y los electrodomésticos.
Inspirada más en "Alvin y las ardillas" que en las aventuras concebidas por Peyo, "Los pitufos" pierden su esencia y se limitan a ser "pequeños comercialitos azules". Muchos piensan que el futuro del cine está en la bolsa de valores, yo prefiero seguir soñando con bosques mágicos y casitas con forma de champiñón, quizá en alguna de ellas aún queden guardadas las esperanzas que necesitan los buenos narradores.
Lo mejor: reencontrarse con los pitufos.
Lo peor: verlos fuera de su ambiente y rodeados de malos actores.
Una de las diversas lecturas que se le han dado a los pitufos relacionan a estos duendecitos con los pecados: lujuria (Pitufina), ira (Gruñón), gula (Cocinero), envidia (Filósofo —al ansiar el puesto de Papá Pitufo), vanidad (Vanidoso), soberbia (Fortachón y Filósofo), avaricia (Goloso —que colecciona pasteles y no quiere compartirlos) y pereza (Dormilón). Además la ropa de Gárgamel es similar a la de un monje y su castillo nos recuerda una abadía. Sea como fuere, no se puede negar que la serie animada tuvo poco de pecaminosa y mucho de divertida.