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Ya se sabía que neandertales y seres humanos modernos mantuvieron relaciones sexuales, unos encuentros que dejaron como fruto una huella genética imborrable y que consiste en el 2% del genoma de todos los homo sapiens del planeta, con la excepción de los africanos.
¿Un porro de la ex glorieta? No. Es un Homo neanderthalensis construido a partir de capas de músculo, grasa y piel artificiales sobre la forma exacta de un cráneo auténtico. Se le puede admirar en el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano, en Washington D.C.
El cruce entre las dos especies humanas inteligentes ya había sido confirmado el pasado año por Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, pero lo que hasta ahora no se conocía es que ese sexo de las cavernas favoreció nuestra evolución.... y nos hizo más fuertes.
Según investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, cuyo estudio se publica en la revista Science, las relaciones sexuales con neandertales y otros parientes cercanos -en concreto, el homínido de Denisova, cuya existencia salió a la luz con el descubrimiento de un hueso de un dedo y una muela en una cueva de Siberia- introdujeron por primera vez en el genoma humano unas formas de los genes HLA, famosos por su papel contra los patógenos, que reforzaron el sistema inmune que disfrutamos hoy día. El sistema inmune se fortaleció porque se volvió más sensible para detectar organismos malos para nuestro cuerpo. Lo malo es que se volvió tan sensible, que muchas veces se confunde e identifica las células de nuestro propio organismo como sin fueran cuerpos extraños y malignos y empieza a atacar a esas células. Lo cual es una inmunodeficiencia natural (no adquirida, como el VIH) que nos conduce a la muerte.
Aunque los humanos modernos, los neandertales y los homínidos de Denisova comparten un antepasado común en África, los grupos se dividieron en poblaciones separadas y distintas hace unos 400,000 años:
Los genes de neandertales y denisovanos nos 'equiparon' a los humanos modernos con un sistema de defensas mejorado porque ellos habían salido muchísimo antes de África. Sólo sobrevivieron en Europa y Asia los que tenían el mejor sistema inmunológico. Así, miles de años después, cuando el Homo sapiens se decidió a salir de África, el mestizaje con neandertales permitió que su descendencia fuera más apta para la supervivencia. En el mapa, la distribución de genes que controlan nuestro sistema de defensas. En color azul oscuro, no se encuentra el gen. En rojo se marca donde el gen aperece con mayor frecuencia.
—El linaje neandertal emigró hacia Europa y el oeste asiático. --El Denisova se trasladó al este de Asia.
—Los ancestros del hombre moderno permanecieron en África hasta hace unos 65,000 años, cuando se expandieron hacia Euroasia y se mezclaron con los otros grupos humanos. En algunos casos, los encuentros fueron de índole amorosa.
El pasado año, una secuencia del genoma de los neandertales, que se extinguieron aproximadamente hace 30,000 años, reveló que de un 2 a un 4% del ADN de este grupo está presente en el mapa genético de cualquiera de nosotros.
La cueva Denisova en las montañas Altai de Siberia, Rusia, donde se halló a principios del año pasado un dedo de niña de hace 40,000 años que no era ni sapiens ni neanderthalensis. Se le bautizó como 'la mujer X' y se considera que es una nueva especie.
En el caso del homínido de Denisova, la huella genética puede alcanzar el 6%. Estas parejas tuvieron un efecto positivo sobre la salud de los humanos modernos.
Este regalo útil fue la introducción de nuevas variantes de genes del sistema inmunológico, esenciales para que el cuerpo pueda reconocer y destruir los patógenos. Estos genes, los HLA, son algunos de los más variables y flexibles de nuestro 'código de barras', en parte debido a que la rápida evolución de los virus demanda una flexibilidad de nuestro sistema inmunológico. Los antígenos se extendieron entre los descendientes de las poblaciones mezcladas en Europa y Asia. Hoy en día, las nuevas formas y combinaciones de estos antiguos HLA se pueden ver en más de la mitad de los genomas de los euroasiáticos modernos. Es una de las causas de que podamos sobreponernos con facilidad de, por ejemplo, un vulgar catarro.
También se encontró esta muela en la cueva siberiana.
La mala noticia es que la aportación genética de neandertales y denisovanos generó en nosotros una desventaja que ocurre después de la maduración reproductiva: que nuestro sistema inmunológico actúe en contra de nuestro cuerpo.
"Hay una enorme variación genética en los sistemas inmunológicos de las personas, lo que podría contribuir a explicar por qué algunas son más resistentes y otras son susceptibles a las enfermedades autoinmunes.
El sexo en las rocas ¿rupestre? (el cruce de Homo sapiens con neandertales y denisovanos) fortaleció nuestro sistema inmunológico y nos dio ventaja en la lucha de especies. En la imagen, reproducciones de neandertales en un museo de Düsseldorf, Alemania. (Foto Deutsche Welle)
Las enfermedades autoinmunes son condiciones que se presentan cuando el sistema inmune ataca al propio cuerpo, por lo general cuando identifica erróneamente nuestros tejidos como agentes externos y los ataca.
La gran mayoría de las enfermedades autoinmunes se asocian con los genes HLA, particularmente los que provienen de los denisovanos. Por lo tanto, me parece que los humanos modernos adquirieron estos alelos, pero no eran una especie preparada para ellos.