1011 palabras
Fotos: Octavio del Río y Uli Kunz (INAH)
El cenote Las Calaveras, ubicado en Quintana Roo, podría ser el depósito funerario de la época prehispánica mejor conservado y el de mayor concentración de esqueletos humanos del área maya. Hasta el momento, en su profundidad se han encontrado 120 osamentas, y se calcula que la cifra podría ascender a los 150, conforme avancen las investigaciones.
La arqueóloga subacuática, Carmen Rojas Sandoval, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) informó que en dicho lugar se han registrado 120 esqueletos cuya antigüedad oscila entre los años 125 – 236 de nuestra era, superando al cenote Chichén Itzá, en Yucatán, y que hasta antes de este hallazgo representaba el de mayor número de osamentas depositadas en este tipo de espacios inundados que los antiguos mayas usaron como depósitos funerarios.
“Por las características del lugar y el número de esqueletos encontrados es probable que se encuentren por lo menos 30 más o incluso que haya hasta 200, con lo que rebasaría el número de restos humanos localizados en tierra en una de las ciudades mayas más grande del periodo Clásico (125-236 d.C.): Tikal, en Guatemala”.
La especialista, del Centro INAH Quintana Roo, detalló que desde 2007 el INAH lleva a cabo el registro sistemático de las osamentas del cenote Las Calaveras, labor en la que se cuenta con la participación de National Geographic. Este depósito natural de agua fue detectado en 2002, cuando la presencia de restos óseos fue reportada por un buzo.
En este cenote de 30 metros de diámetro se han encontrado dichos restos humanos en un perfecto estado de conservación, lo que permitirá el desarrollo de estudios de genética y antropológicos para conocer más a fondo a la antigua población maya que se asentó en esta región, comentó Rojas Sandoval.
En este sentido, abundó, en los cenotes los huesos se conservan mucho mejor que en contextos terrestres, porque el suelo de la selva es ácido, y aunado a las condiciones ambientales, se deterioran.
“En cambio, en el agua de los cenotes las condiciones alcalinas, la oscuridad y el ambiente estable sin corrientes ni fauna que los ataque, los huesos se conservan extraordinariamente”.
Este grado de conservación, destacó, permite realizar estudios más profundos para determinar si los cuerpos ahí depositados sufrieron alguna violencia por actividad ritual o la extracción de algún órgano vital como el corazón, para ofrecerlo como ofrenda a los dioses mayas.
Otros aspectos que se pueden conocer a partir del análisis de los esqueletos, son las migraciones que hubo, las condiciones de salud y esperanza de vida que tenían los mayas en la época prehispánica.
La arqueóloga Carmen Rojas señaló que por la alta cantidad de esqueletos que se han encontrado en éste y otros cenotes del área maya, se ha determinado que estos espacios acuáticos tuvieron la función de cementerios, toda vez que algunas de las osamentas presentan tratamientos funerarios, al estar acompañadas de vasijas y animales como ofrendas.
Los cenotes también fungieron como lugares rituales, y en este sentido, dijo, a partir de los restos esqueléticos ahora se conoce que no sólo se inmolaban y arrojaban mujeres a estos espacios, sino que también se sacrificaban a hombres adultos que eran capturados en combate.
Rojas Sandoval explicó que “los tratamientos funerarios se distinguen de los sacrificios como dos prácticas diferentes. Estos últimos se llevaban a cabo cuando los cuerpos conformaban una ofrenda para las deidades.
“En tanto que los tratamientos funerarios estaban relacionados a la conservación de restos humanos y a la conmemoración de los muertos. Es posible que de esta forma ciertos grupos mayas estuvieran preservando a sus ancestros, con el fin de respaldar su linaje y reclamar el control de algunos recursos”, puntualizó.
Señaló que para los antiguos mayas, los cenotes, al igual que las cuevas, representaban entradas al mundo de los muertos, llamado Xibalbá, por lo que eran usadas como cámaras funerarias naturales.
Como parte de la investigación arqueológica en cuevas sumergidas de Quintana Roo, la arqueóloga comentó que desde hace más de una década el INAH estudia cuatro esqueletos con una antigüedad de entre 12,000 y 8,000 años aproximadamente, lo que los ubica en el periodo premaya o prehistórico.
Los restos corresponden a dos mujeres, un hombre y el otro con sexo aún por definir. Una de ellas tenía de 40 años de edad al momento de morir, en tanto que la otra era de una joven de 25 años, y sus osamentas fueron encontradas con características de tratamiento funerario y no de sacrificio.
Cabe resaltar que estas cuevas inundadas, hace 10,000 años eran secas y debido al deshielo quedaron llenas de agua y fueron utilizadas como depósitos funerarios.