948 palabras
México, D.F., 7 de octubre de 2010.- Un análisis iconográfico realizado a diversos murales mayas creados en la época prehispánica, entre los años 600 y 1000 d.C., ha permitido reconstruir hipotéticamente la manera en que estuvo conformada la milicia de esta cultura; las escenas retratadas refieren aspectos como los sistemas de armamento y mando, comunicación y tácticas empleados durante los periodos de mayor apogeo de esta antigua civilización.
Hasta ahora los frescos de Bonampak, en Chiapas, y de San Bartolo, en el Petén, al norte de Guatemala, constituían las expresiones más investigadas para comprender el sistema de armamento, así como las tácticas de asedio y defensa de las ciudades mayas. Sin embargo, en cuatro zonas arqueológicas del norte de la Península de Yucatán existen una serie de pinturas murales que arrojan nueva información en esta materia.
Eduardo Tejeda Monroy, arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), presentó un estudio descriptivo de las imágenes que componen algunos murales de Chichén Itzá, Chacmultún y Mulchic, en Yucatán, además de Ichmac, en Campeche, durante su reciente participación en las VI Jornadas Permanentes de Arqueología 2010, en el Museo del Templo Mayor.
No obstante el deterioro de estos vestigios, fue posible establecer que los mayas de las distintas urbes utilizaban armas similares de choque y arrojadizas, como es el caso del hacha que era empleada para dar golpes altamente mortales; el palo curvo que funcionaba a manera de macana, y el lanzadardos, utilizado para atacar al enemigo a distancias de hasta 100 metros.
El investigador del INAH detalló que en las pinturas plasmadas en las pilastras del Templo del Chac Mool, en la columnata noroeste del Grupo de las Mil Columnas y en el relieve del Templo Inferior de los Jaguares, en Chichén Itzá, se pueden apreciar escenas de enfrentamientos donde se empleaba esta diversidad de artefactos de combate.
Para su defensa, los mayas de esta zona usaban principalmente una coraza de algodón endurecida con sal y escudos de madera, según se aprecia en los frescos pintados en las pilastras del Templo de la Mesas, en Chichén Itzá, refirió Tejeda Monroy.
El especialista explicó que los dos tipos de armamento —de choque y arrojadizas— conformaban a su vez los dos cuerpos de infantería necesaria en todo ejército: la de combate corto y la de ataque a distancia.
Reiteró que la milicia estaba organizada y dirigida por varios jefes de guerra, figurando entre ellos el mismo gobernante, quien se distinguía porque portaba elementos que le conferían autoridad, tales como grandes tocados de plumas, orejeras, narigueras y pectorales.
Como ejemplo, citó el mural del Templo de los Jaguares, en Chichén Itzá, donde el dignatario está representado con una corona con tres grandes plumas blancas, este mismo tipo de tocado se halla también plasmado en las decoraciones de la Gran Cancha del Juego de Pelota, como símbolo de espacio sagrado.
"Lo que todavía se desconoce de la conformación de las tropas mayas, es si éstas eran de tiempo completo o si sólo se convocaba a las armas en tiempos de guerra; tampoco se sabe cómo eran abastecidos los ejércitos".
De acuerdo con las imágenes plasmadas en el conjunto Las Monjas, en Chichén Itzá; en la Estructura 3, de Chacmultún, ambos en Yucatán; y en Edificio de las Pinturas, de Ichmac, en Campeche, se ve que los ejércitos mayas tenían sistemas de comunicación sonoros integrados por clarines, trompetas y tambores, abundó el arqueólogo Tejeda.
Así mismo, en estos murales se ve que los soldados de un bando se pintaban el torso y el rostro para distinguirse de sus adversarios.
Por las escenas representadas en los murales de estos cuatro sitios, "se infiere que los mayas manejaron las principales formaciones de combate: la fila y la columna, la primera es la formación básica de marcha y la segunda es la posición inicial de batalla".
También se pueden apreciar que los ejércitos no combatían completamente de frente, como los romanos, sino que buscaban diferentes flancos, para acorralar al enemigo y dejarlo sin posibilidades de contraataque, concluyó Tejeda Monroy. Boletín del INAH.