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Bien dice la conseja popular que prometer no empobrece, que dar es lo que aniquila. De tal suerte es que a Angélica Araujo, tixkokobense impuesta en el ayuntamiento de Mérida, se le hizo muy fácil mentir a su sabor, sin nada que constituyera freno a su ambición desmesurada por hacerse del poder, ni que obstaculizara la codicia inaudita de su principal promotora y madrina.
Muy fácil resultó para la arquitecta tixkokobense prometer el oro y el moro. Ofrecer acabar la pobreza extrema, crear treinta y cinco mil nuevos empleos, fijar una tarifa de transporte urbano de dos pesos con cincuenta centavos y esto último, a sabiendas de que carecía de facultades (léase, mintió), aumentar el número de parques en línea y tantas otras cosas, que lo único que se le pasó de largo fue prometer instalar aire acondicionado central a la ciudad.
Fue claro que Angélica no podría cumplir nada, porque se fue de la boca, pero por alguna extraña razón, los políticos o analistas acostumbrados a los usos y costumbres del PRI, son dados a observar ciertas fórmulas y ritos, de las cuales no se pueden apartar. De tal suerte y de manera reiterada, me pidieron respetar los primeros cien días de su gobierno, como si los ciudadanos que pagamos impuestos no tuviéramos derecho a exigir a quienes elegimos como nuestros empleados a través del voto, que den resultados desde el primer día. ¿Entonces para qué sirven los primeros tres meses? Me lo preguntaba y juro que aún me sigo cuestionando al respecto. Empero, para no ser el frijol en el arroz y para no ser tildado de impaciente y poco generoso, decidí aguardar.
¡Oh, sorpresa!, ¿Qué cree usted amigo lector? Pues que Angélica no ha hecho nada. La pobre ni pinta ni da color, cosa francamente triste para las expectativas de todos aquellos ciudadanos que de buena fe confiaron en ella (la verdad yo francamente dudo que haya habido alguno que no haya emitido su sufragio a su favor con algún interés: ya fuera encontrar chamba o recibir algo a cambio), pero lo peor es que carece de proyecto y en su quehacer no se vislumbran objetivos ni rumbo, su administración marcha completamente a la deriva. Eso sí, debemos admitir que sus compromisos políticos los ha cumplido dando ocupación a una percha de indeseables que ni en el gobierno del estado querían y a algunos traidores a los que pudo comprarse barato y a un precio muy por debajo del que merecería una persona de valer.
Ante una situación de esta magnitud, que ronda constantemente con el desastre, habida cuenta de la inexperiencia de sus cuadros y de las constantes disputas existentes entre los mismos, Angélica ha tenido la luminosa idea de ostentarse promotora del empleo y amiga del empresariado autorizando la apertura de bares y licorerías a diestra y siniestra, ignorando y haciendo oídos sordos no solo al clamor de los habitantes de la ciudad, especialmente de los de las comisarías a quienes ella aseguró profesar especial afecto, sino olvidando los males que la promoción del alcoholismo ocasiona al tejido social. Los regidores panistas desataron una vigorosa actitud de rechazo a esta conducta inadecuada de la indebida alcaldesa y claro ésta no tuvo de otra más que exhibir el más autoritario de sus rostros, aspirando a modificar la ley en vigor para proponer la aprobación de estos rubros por mayoría simple (actualmente se requieren tres cuartas partes de los integrantes del cabildo).
Vean los meridanos los disparates que es capaz de hacer una persona notoriamente inepta e impreparada para el cumplimiento de tan delicada labor, como es encabezar la administración de la capital del estado, vean los meridanos los resultados entregados por una persona que no ama como nosotros esta ciudad, por no haber nacido aquí. Vean los meridanos las consecuencias de dejarse engañar: las malas decisiones cuestan. Recordémoslo para que no vuelva a pasar.
Dios, Patria y Libertad.
Guillermo Barrera Fernández