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Para Marcola yo soy sólo uno de “este lado”. Él está en “ese lado”, un lado de “bichos nuevos”, casi una nueva especie.
En realidad, sí, se trata de una “nueva especie cultural”. Ellos han creado ya una nueva “cultura” y son un grupo humano inmerso territorialmente dentro de las naciones “regulares” —como Marcola las llamaría— en tanto que ellos están en los “territorios nuevos”.
Él habla de la “transnacional de la droga” y, acertadamente, se refiere a esa empresa mundial que “controla” el flujo de las drogas. De éstas, dicho sea de una vez, hay algunos que estamos por la total aceptación, legalización y entrenamiento de uso de lo que tiene que ver con la marihuana. Las demás son en sí mismas, según todos los datos existentes, fuertemente dañinas fisiológica y psicológicamente.
Esa grandisima empresa que trasciende todas las fronteras tiene hoy una gran solidez financiera porque el producto que vende es muy barato de producir y muy caro al cobrárselo al consumidor final. Éstos son la clave del negocio: sin consumidores finales —sin demanda— esa “gran transnacional” desaparece y se extingue.
Pero el problema va más allá de ser una empresa que depende de productos que tienen un precio alto porque están prohibidos. Marcola habla de US$40 millones —supuestamente para su grupo o en posesión de su grupo— afirmando que con esa cantidad, ellos tienen “poder”. Lo que Marcola no expresa es algo muy sencillo: el dinero que captan sólo puede ser usado para comprar las mercancías —comida, vestido, vivienda, bienes— producida por esos “bichos comunes”, a los que él puede, desde la presión, mandar matar, pero los que no pueden, según él, entrar a la prisión y matarlo.
Acusa al mundo de haber sido el culpable de todo lo que está sucediendo por, según él dice, “no haber hecho nada por ellos en su momento”. O sea que, la existencia de pobres es, finalmente, la culpa de todos nosotros y, por lo tanto, todos debemos pagar por esa culpa. Es algo así como la amenaza de nacer con el “pecado original” y que todos debemos ser bautizados para que al morir podamos ir al cielo en vez de quedarnos eternamente en el Limbo —lugar ya decretado inexistente por la Iglesia Católica Romana.
El mundo que visualiza Marcola es un mundo cuya única solución —sí existe— es la guerra de exterminio total que el bando A debe declarar al bando B, quitando todo tipo de posible derecho humano al bando B. Es decir, que Marcola no pueda decir que “los de afuera no pueden entrar a la cárcel a matarlo, pero ellos sí pueden provocar que los maten los que aún están afuera”.
El camino para los que pierden la paciencia, es el exterminio. El camino para los que actúan durante la vida con paciencia, es la posibilidad de vivir en paz. El camino para los que deciden aceptar las reglas del juego, las leyes —no robes, cabrón, porque te rompemos la madre— es muy sencillo. En pueblos de gente no rica de México hemos visto las explosiones de ira popular en contra de personas identificadas como ladronas, extorsionadoras, secuestradoras o asesinas. El colectivo se armará y a fuerza de madrazos constantes —en el caso más reciente, los “acusados” quedaron desnudos en la plaza del pueblo— por parte de la población —el bando A— que dejará de tolerar el rompimiento de las reglas del juego.
Ésta es la “solución” que el reportero no quiso dar o no supo dar o tuvo miedo de dar en ese momento. Marcola es un criminal, como muchos otros, haya leído o no. Y hay Marcolas que son criminales —sus nombres están en la voz de mucha gente del pueblo— no precisamente por pertenecer a la industria internacional de la droga, sino por torcer las leyes en regímenes corruptos que impiden la libre competencia entre todos los actores. De allí que una sistema democrático sea la única solución: un sistema dentro del cual existan leyes equitativas, transparentes en todos los procesos, y exista gente educada en la ética pura, que entienda que, o se actúa siguiendo y respetando los pactos legales, o se correrá el riesgo de acaba muerto, ni siquiera en la cárcel.
El bando A es el que comprende a toda la gente que acepta ir formando leyes e irlas perfeccionando. La gente del bando A sabe que no hay leyes perfectas, pero que todas son perfectibles. La gente del bando A peleará por la democracia transparente y el gobierno en que todos participan; luchará por todos los medios legales, aceptados dentro de la ley vigente, para que las cosas se hagan de tal forma que los beneficios sean para el máximo número con el mínimo costo social.
Por ejemplo, en México hubo un intento por provocar que la comunicación masiva con audio y video sea, obligadamente, hecha a través del uso de medios digitales y no analógicos. Es una propuesta o instrucción, un decreto, vaya, totalmente lógico, que no admite ningún reparo excepto de los que tienen una Agenda Escondida y fueron a pedirle a la Corte que “lo detenga”. ¿Por qué decretar el “silencio analógico” lo más pronto posible es más conveniente para un mayor cantidad de gente? Sencillo: en la medida en que un método que permite a menor costo la mayor cantidad de canales de comunicación está vigente, habrá más gente con la oportunidad de comunicar a más gente. El sistema analógico es hoy presa de monopolios —un duopolio, lo llaman— que deben ser erradicados, porque son herencia de un pasado corrupto, creador de privilegios.
El silencio analógico afecta en primera instancia a ese duopolio, sobre todo cuando se planteó, en ese mismo decreto, la solución para que a lo largo y ancho de todo el país se repartan los dispositivos —técnicamente bastante sencillos y, económicamente bastante baratos— a cuenta del erario mexicano. Mejor solución no se podría haber soltado. ¿Por qué la reacción de los pseudodefensores del pueblo? Sencillo: los del duopolio les dijeron claramente que si ese decreto continuaba, ellos no podrían garantizar el compromiso que tienen de “pintarlos bien” para que cierto partido regrese a la presidencia de México lo antes posible.
Evitando el silencio analógico, se evita que una gran cantidad de gente tenga ya la posibilidad de escuchar lo que una minoría importante de demócratas tendrían la posibilidad tecnológica de usar para transmitir su verdad. Los comunicadores siempre van a ser una minoría, los que reciben el mensaje siempre serán la mayoría. El decreto de silencio analógico facilitaría que esas minorías de comunicadores —que hoy lo hacen todo a través de YouTube y similares— puedan tener transmisión abierta, por canales que ahora estarán disponibles —por la nueva tecnología— y que el gobierno hará hecho posible que más gente pueda captar. El truco de los perredistas y priistas cayó en la trampa. ¿O ellos mismos quieren tendernos a los mexicanos una trampa?
Marcola piensa, cuando dice que “no hay solución”, en la continuidad del tipo de arreglos que estamos viendo ahora en México para detener el silencio analógico. Tiene razón este Marcola, pero sólo la tiene si vamos a continuar aceptando que estas cosas sigan sucediendo.
Los del bando A, pues, estarían, todos, del lado de la aplicación de ese decreto de silencio analógico lo más pronto posible. Los del bando B —por naturaleza, mentirosos, torcidos, ilegales y traidores— buscarán que ese silencio se prolongue. No hay buenos y malos, sino gente que acepta un pacto y gente que sólo trata de ver cómo violar los pactos. La solución “inexistente” de Marcola es existente: hay que exterminar a los del Bando B, antes de que ellos provoquen el exterminio de la especie.
Esto no ha terminado. Continuará.