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Pier Paolo Pasolini no sólo fue uno de los cineastas italianos más importantes en la historia del cine, también fue un destacado escritor, ensayista y poeta. De hecho su actividad fílmica siempre estuvo ligada a las letras, algunos poemas y ensayos fueron inspirados en rodajes y la mayoría de sus argumentos están basados en obras literarias.
Representa al artista completo, producto de la Segunda Posguerra, desencantado del mundo y comprometido políticamente. Es por ello que el cine de Pasolini nos sigue pareciendo actual y hasta subversivo.
La unión de la palabra e imagen hace del arte de Pasolini un poderoso vehículo comunicativo que logra niveles poéticos pocas veces vistos en la cinematografía. Sus constantes temáticas (pobreza, marginación, sexo y muerte) aunadas a su mordaz capacidad de desnudar al hombre de máscaras sociales, para mostrarnos los rincones más sórdidos y contradictorios de su naturaleza, hacen de sus argumentos infalibles generadores de polémica y escándalo.
Pasolini no solo logró incomodar a las mentes más conservadoras de la derecha, también los comunistas de izquierda se sintieron perturbados cuando el genio italiano denunció su profunda intolerancia y poco entendimiento de la condición obrera, acusándolos de navegar en postulados progresistas que sólo sirven de pose y nunca concluyen en la acción concreta. "La esperanza es un concepto horrendo inventado por los partidos políticos para mantener a raya a sus miembros", declaró en un escrito aparecido en el diario Corriere della sera. La ruptura definitiva entre el comunismo y Pasolini sucede con su expulsión del partido entre 1940 y 1945.
Sobre este apartado del falso comunismo en la vida de algunos artistas, Pasolini denunció una serie de vicios e hipocresías que desafortunadamente siguen ocurriendo. Individuos que se proclaman "defensores de los pobres" porque saben bien que hablar y escribir de la pobreza es garantía de ganancias económicas. Lauras Bozos de la literatura y el arte, que Pasolini ya había identificado hace 4 décadas.
La labor de Pasolini como director de cine inicia en 1961, etapa en la cual Italia ya había dejado "oficialmente" atrás el neorrealismo. En gran parte por la presión de Estados Unidos que, al ver que ese cine acaparaba los difíciles mercados de los primeros años de 1950, condicionó los apoyos económicos para la reconstrucción a cambio de eliminar la producción de dichos filmes —algo similar a lo que hoy en día sigue haciendo el Fondo Monetario Internacional.
Sin embargo, Pasolini muestra una profunda devoción por el neorrealismo, especialmente en sus dos primeras cintas. Y podemos admirar en "Accattone" (1961) eficaces retratos de pobreza y marginalidad con fuertes contrastes en blanco y negro a la más pura tradición neorrealista.
No en balde "Mamma Roma" (1962) es interpretada por la soberbia Anna Magnani, protagonista de la primera joya neorrealista: "Roma, ciudad abierta" (1945). Inclusive podemos observar a Lamberto Maggioranni, el famoso "Ladrón de bicicletas" (1948), haciendo una pequeña participación como paciente de un hospital.
La influencia neorrealista queda presente en la mayoría de su filmografía, aunque comienza a alejarse de la pobreza y la marginación para centrarse en aspectos históricos que permitan, desde un punto de vista comparativo, continuar con el análisis de la sociedad actual. Ejemplo de este periodo creativo son: "El evangelio según San Mateo" (1964), "Edipo, el rey de la fortuna" (1967) y "Medea" (1969).
Con el estudio histórico, Pasolini apuesta a una mayor experimentación en la medida que se muestra más seguro de su técnica. Su eficacia formal lo lleva a un cine más poético que logra expresarse con mayor seguridad y eficiencia fílmica en "Teorema" (1968), polémica obra que logra amalgamar de manera lírica el erotismo y la muerte.
Sin embargo, será "La trilogía de la vida" la apoteosis del erotismo pasoliniano. Este conjunto de filmes ("El Decamerón", "Los cuentos de Canterbury" y "Las mil y una noches") es considerado obra maestra de la cinematografía mundial, marcando la madurez cinematográfica de Pasolini y la consolidación de sus inquietudes temáticas en aras del perfeccionamiento autoral.
El último filme "Saló o los 120 días de Sodoma" (1975) es la adaptación de la novela "Las 120 jornadas de Sodoma o La escuela del libertinaje" del Marqués de Sade (una de las más poderosas influencias de Pasolini).La película (estrenada después de la muerte de su realizador) sigue impresionando con sus fuertes escenas que no dejan indiferente a ningún espectador. La crudeza de sus imágenes le ganó la prohibición y censura en numerosos países. Se trata del último gran legado de Pasolini donde, a través de sus personajes, logra expresar que "La tragedia es que no hay más seres humanos, sólo extrañas máquinas que se abaten unas contra las otras". (Declaración de Pasolini en una entrevista seis horas antes de su asesinato).
En esta época donde la cinematografía se ha despolitizado y banalizado tanto, es necesario echar la vista atrás y aprender de los grandes maestros que creyeron que el cine también puede servir para hacer denuncia, arte y poesía.