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Indudablemente 2011 fue un año complicado para nuestra entidad y sus habitantes, la situación nacional e internacional, compleja de por sí, se vio notoriamente agraviada por la acción y la inacción de un grupo palmariamente impreparado para el ejercicio del poder, pero dueño, eso sí, de un apetito voraz para hacerse de riquezas y de un ansia evidente de ostentarse como dueño absoluto de Yucatán.
Es una pena. Esta agrupación acusadamente depredadora y nociva, vive del derroche y del escándalo, contrariando las tesis que supuestamente postula el partido que la cobija, que hablan de igualdad y justicia social.
La verdad es que sus integrantes han olvidado quienes eran, que apenas son capaces de producirse inteligiblemente en nuestro idioma, que apenas hace poco acompañaban sus guisos con tortillas y que desconocían lo que era tener un vehículo particular, en tanto que ahora, visten ropa de marca, aunque de notorio mal gusto, pretenden ser amigos de la crema y nata del jet set y no se rebajan a hacer sus compras entre nosotros, como los simples mortales, sino que toman aviones como antes lo hacían con autobuses guajoloteros, para irse a gastar alegremente a Miami, el dinero de otros.
Peor aún, no solo son vulgares, sino que además son flojos. Al menos el viejo cacique fiel a su tesis de "haz obras y mejoras", se preocupaba por dar la apariencia que trabajaba para el estado, aunque realmente lo hacía para su peculio, pero éstos, ni eso. Peor aún, nos han endeudado y más allá, han exhibido un olímpico desprecio por nuestras vidas, permitiendo que prolifere la insalubridad y no concluyendo hospitales que preservarían la salud de los más humildes y para rematar, no han dudado en reprimir violentamente a quien se atreva a externar públicamente su desacuerdo con el (des)orden de cosas imperante. Ciertamente en Yucatán desde 2007 hemos vivido malos días, desde la arribazón de la marea roja.
Pero la crisis ya concluyó. La paciencia del pueblo llegó a su fin y es hora de que todos pongamos manos a la obra, para revertir el desastre que priva a lo largo y ancho de nuestra patria chica y proceder al rescate de nuestra esperanza. Y aquí no se trata de vender esos sueños de opio, que algunos oportunistas juraban que por arte de magia se harían realidad, sino de comprender que es hora de reintegrarse al compromiso común para recuperar el patrimonio de todos y poner nuevamente proa hacia el progreso, que solamente podrá materializarse a base de trabajar ininterrumpidamente. Para hacer esto posible, necesitamos de la participación entusiasta y decidida de todos: de los campesinos laboriosos, de los obreros capaces, de los artistas e intelectuales comprometidos, de los políticos honestos, de los profesionistas actualizados, de los empresarios patriotas, de los pastores responsables, nadie está excluido ni debe hacerse a un lado.
Se requiere para la tarea de la reconciliación, para la obra impostergable de la reconstrucción, del espíritu conciliador y del ecumenismo, que los yucatecos de bien sabemos es imprescindible para conciliar nuestras naturales y humanas diferencias, reducirlas a su mínima expresión y en cambio, potencializar al máximo nuestros talentos y capacidades, que no son pocos.
Ha llegado el momento de enmendarle la plana a esa pandilla de oportunistas, que nos defraudaron y utilizaron el poder para su beneficio exclusivo, olvidando que el deber sagrado del gobernante es velar por la felicidad de su pueblo y hacer el bienestar extensivo a la colectividad.
La lección fue dura, la experiencia aleccionadora y la medicina amarga, pero los resultados han sido alentadores: hemos cobrado conciencia de la importancia de preservar la salud del organismo social, proveyéndole de buenos gobiernos. En ello estamos todos de acuerdo.
Así pues, 2012 se vislumbra promisorio, pues es el año de la vindicta pública. Donde a base de votos, con la fuerza de los pacíficos, sanearemos las instituciones y pondremos de patitas en la calle, a quienes no debieron nunca haber accedido al poder.
Solo queda esperar el momento oportuno. Mantengamos intactas nuestras ilusiones. 2012 será el año del cambio. Se trata nada más de confiar y esperar. Definitivamente vienen buenos días para Yucatán y todos están invitados.
Dios, Patria y Libertad
Guillermo de Jesús Barrera Fernández