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Peter Jackson, en la producción, y Steven Sipelberg, en la dirección, se embarcan juntos en Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio. Adaptación —a modo de Spielberg— de las historietas del caricaturista belga Hergé. El resultado es una película de aventuras con factura impecable.
Los comics de Tintín comenzaron a publicarse en un periódico de Bélgica en 1930. El éxito de la serie duró hasta 1976 pero sus mejores episodios se dieron en la década de los 40 y 50. A lo largo de su vida Hergé tuvo muchos problemas por sus opiniones políticas, y aunque fue acusado de antisemita, eso no ha sido impedimento para que Steven Spielberg vislumbrara posibilidades económicas en sus historietas.
En El secreto del unicornio, el periodista Tintín se enreda en una historia de conspiraciones y tesoros ocultos al comprar la maqueta de un barco en un tianguis. El malvado Sakharine le ofrece a Tintín un cheque en blanco a cambio de revenderle la maqueta, pero este se niega. El verdadero interés de Sakharine no es la maqueta, sino un
pergamino que se encuentra oculto dentro de ella. En total existen tres maquetas y tres pergaminos que al unirse revelan la ubicación de un antiguo tesoro pirata. Para hallar el tesoro Tintín cuenta con la ayuda de su inteligente perro Milú, el capitán Haddock y los
atolondrados detectives Hernández y Fernández.
El mayor atributo de Las aventuras de Tintín son las técnicas de animación que utilizan las más avanzadas herramientas de captura de movimiento y 3D. Las reacciones de los personajes están perfectamente reflejadas en sus gesticulaciones y los escenarios tienen una textura realista. La propuesta formal de este filme es innegable.
La historia se inspira en muchas de las anteriores cintas de Spielberg, especialmente en Indiana Jones. Estamos ante una cinta de aventuras al más puro estilo hollywoodense: persecuciones frenéticas, acrobacias, espectacularidad, manejo exagerado de la acción e
inexistencia de las leyes de la física. Los dos momentos más exagerados e inverosímiles son la escena del aterrizaje forzoso del hidroplano y la carrera por apoderarse de los pergaminos en Marruecos.
Hace falta pulir algunos detalles en el desarrollo de la trama. Se le da tanto cuidado a la acción que se descuida el argumento. Se arrastran algunos saltos e imprecisiones, la intriga no termina de cristalizar y el villano (Sakharine) se queda trazado a medias.
Como es costumbre en el cine-franquicia, se contemplan nuevas películas protagonizadas por Tintín —siempre y cuando no deje de ser redituable. Esperemos que en la siguiente aventura —El tesoro de Rackham el Rojo— que dirigirá Peter Jackson, la historia termine de pulirse.
Lo mejor: sus formidables técnicas de animación.
Lo peor: algunas vacilaciones en la trama.
En 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, Hergé realizó la décima aventura de Tintín titulada La estrella misteriosa. En esta historieta el villano es un judío neoyorkino llamado Blumenstein. En 1952 Hergé fue obligado a reeditar la historia y tuvo que cambiar tanto la religión como la nacionalidad del villano.
En 1960 se publica Tintín en el Tibet, donde Hergé se manifiesta en contra de la invasión China al Tibet.