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Dicen que hacer reír es un arte; qué pena que no todos piensan así. Algunos productores de cine consideran que provocar la risa es cosa fácil, que con un par de chistes ramplones, una trama bobalicona y un puñado de buenos actores se tiene el éxito asegurado. Ese es el gran pecado que comete la exasperante y fallida cinta Quiero matar a mi jefe (Horrible Bosses).
Es la historia de 3 amigos —Nick (Jason Bateman), Kurt (Jason Sudeikis) y Dale (Charlie Day)— que sufren serios problemas laborales por estar a las órdenes de personas soberbias y desequilibradas. Sus jefes son verdaderas joyitas: un ejecutivo psicópata (Kevin Spacey), una odontóloga ninfómana (Jennifer Aniston) y un junior altanero adicto a la cocaína (Colin Farrell).
Hartos de padecer tanto abuso, Nick, Kurt y Dale, deciden que la única manera de resolver sus conflictos es a través del asesinato. La anécdota que sirve como base a la historia es bastante interesante. Prometía demasiado como una comedia ácida que explotase el tema del abuso de poder. Si hubiese caído en manos de buenos escritores, seguramente el resultado sería excelente. Desafortunadamente esto no
ocurrió y el guión está plagado de obviedades, situaciones de ingenuidad casi infantil, chistes grotescos pero faltos de gracia y diálogos que repiten una y otra vez lo que ya quedó claro.
Francamente, me esperaba algo un poquito más inteligente o, al menos, una que otra escena divertida o ingeniosa. La cinta no solo es decepcionante, está tan malograda que va de lo aburrido a lo angustiante. El nivel de torpeza con el que está realizada deja una sensación de incredulidad. Cuando la proyección finaliza, uno se queda pensando: "¿Fue eso una intento de película o una broma de mal gusto?"
El desconcierto es aún mayor porque el elenco de Quiero matar a mi jefe es acertado, sobretodo en lo que se refiere a los personajes antagónicos: Kevin Spacey, Jennifer Aniston y un irreconocible Colin Farrell son la única valía de este proyecto; pero la historia está tan
extraviada que el desperdicio actoral es tremendo.
Las ganas de imitar el éxito de ¿Qué pasó ayer? los obliga a saturarnos de chistes sexuales y escatológicos que sobrepasan lo vulgar —además de poner a Charlie Day a hacer una parodia de Zach Galifianakis. Sin embargo, hasta para hacer comedia negra hay que tener un poco de inteligencia, o la suficiente sagacidad para inventarse situaciones creativas que justifiquen la burla. Pero aquí, el talento brilla por su ausencia.
"Quiero matar a mi jefe" es una película altamente prescindible con muchas posibilidades de obtener el primer lugar en la lista de lo peor del 2011.
Lo mejor: ver a Kevin Spacey, Jennifer Aniston y Colin Farrell interpretando personajes tan detestables.
Lo peor: que la historia sea tan pero tan mala que ni siquiera por los actores vale la pena pagar el boleto.