SAO PAULO, Brasil, 9 de mayo.- Con menos efusividad, pero una agenda bien apretada y productiva, el Presidente venezolano, Nicolás Maduro, concretó ayer la última etapa del primer viaje internacional como Jefe de Estado, que eligió hacer por los países del Mercosur.

Con su colega Dilma Rousseff, con quien estuvo reunido cerca de tres horas, el sucesor del fallecido Hugo Chávez abordó capítulos bilaterales y regionales. Pero hubo un punto político clave: la propia situación interna venezolana.

La Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, le sugirió a su par venezolano, Nicolás Maduro, la necesidad de bajar la tensión con las fuerzas opositoras. En la foto, ambos con la esposa de Maduro, Cilia Flores, en el Palacio del Planalto. (AFP)

De ello dan cuenta las palabras pronunciadas por ambos mandatarios ante la prensa internacional, en el Palacio del Planalto, la casa de gobierno brasileña.

Para los oídos bien agudos, confirman declaraciones de funcionarios brasileños, algunas explícitas y en “on”, que expresaban las preocupaciones de Brasilia con las dificultades del nuevo gobierno en Caracas. Entre ellas, la “radicalización” de las posiciones del nuevo Mandatario frente a la oposición de su país, y las cuestiones económicas que pesan sobre el país caribeño que hoy es miembro de pleno derecho en el Mercosur y que deberá ejercer, en el segundo semestre de este año, la presidencia pro tempore del bloque. Ni más ni menos en el período en que se debe tramitar el reingreso de Paraguay.

No fue por casualidad que a poco de llegar a la capital brasileña, la primera reunión que realizó Maduro fue con el ex presidente Lula da Silva. Se encontraron en la embajada de Venezuela y conversaron por cerca de media hora.

Tampoco es un detalle que antes de esa cita, ayer mismo, Lula hubiera compartido con Dilma un largo almuerzo en el Palacio de la Alvorada, donde reside la Jefa de Estado.

Lula tuvo una participación activa a favor de Maduro durante las elecciones venezolanas, pero agudo en temas internacionales, no suele ilusionarse.

Quien mejor expresó las dificultades del momento fue el asesor internacional de Dilma, Marco Aurelio García. Hace una semana, en un seminario en Buenos Aires, García sintetizó las aprensiones brasileñas.

Admitió, en declaraciones a la prensa, que Maduro había ganado por un margen muy escaso. Y señaló que en las últimas elecciones de noviembre último, el propio ex presidente Hugo Chávez había disminuido su diferencia con la oposición. Para el Gobierno brasileño, esto debería sugerir a Maduro la necesidad de bajar el nivel de confrontación con los opositores a la vez que buscar algún canal de negociación.

Dilma mostró el papel central que Brasil le asigna a Venezuela en la geopolítica brasileña. A Maduro le arrancó el compromiso de provisión energética a Brasil en caso de eventuales faltantes.

Como contraparte, Dilma comprometió una ayuda inmediata en alimentos en caso de existir algún desabastecimiento del mercado venezolano, uno de los puntos críticos.

“Buscamos más expansión y equilibrio en el intercambio bilateral”, subrayó la Jefa de Estado para de inmediato señalar: “Por primera vez, el próximo semestre un país localizado al norte de Brasil asume la presidencia del Mercosur”. Esto, dijo, “subraya a Sudamérica como continente de paz, con capacidad para resolver sus propios problemas”. Y agregó, en forma casi enfática, que “Venezuela y Brasil tienen un papel especial en la marcha de la integración regional, que busca el fortalecimiento democrático”.

Maduro respondió de esta manera a las inquietudes brasileñas: “Nosotros gobernamos para quienes nos votaron y para quienes no nos votaron”. Y recordó las elecciones ultra limpias que lo consagraron como Presidente. El Mandatario obtuvo la bendición de Brasilia. (El Clarín)