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GINEBRA.- Los responsables del experimento OPERA confirmaron ayer haber constatado la existencia de neutrinos, un tipo de partículas subatómicas que han viajado a velocidad superior a la de la luz, algo que la física considera imposible hasta la fecha.
"Las mediciones indican una velocidad de los neutrinos superior a la de la velocidad de la luz", dijo Dario Auterio, miembro del Instituto de Física de Lyon (Francia) e integrante de OPERA (Oscillation Project with Emulsion-tRacking Apparatus).
La noticia circulaba desde hacía días en círculos científicos y en internet, ante lo que el (CERN Centro Europeo de Investigación Nuclear)pidió hoy cautela antes de sacar conclusiones y subrayó que son necesarias nuevas investigaciones.
La confirmación definitiva de que la de la luz no es la máxima velocidad cósmica echaría por tierra uno de los fundamentos básicos de las ciencias físicas y del trabajo teórico de Albert Einstein.
Durante un experimento llamado Opera, los investigadores enviaron haces de neutrinos desde el acelerador de partículas del CERN, en la frontera franco-suiza, al detector de Gran Sasso, en los Apeninos, a 730 km. de distancia. Allí, bajo 1.400 metros de sólida roca, lo que evita distorsiones de rayos cósmicos y de señales terrestres, se encuentra uno de los mejores detectores de neutrinos del mundo.
Albert Einstein, en el Instituto Carnegie de Pasadena (California), en 1931. (AP)
Se trataba, sencillamente, de medir la velocidad de los neutrinos, como parte de un experimento que nada tiene que ver con los resultados obtenidos. Y ahí llegó la sorpresa: un rayo de luz, a 300.000 km. por segundo (o más exactamente, a 299.792.458 metros por segundo), habría cubierto esa distancia en 2,4 milésimas de segundo, pero los neutrinos (se enviaron cerca de 15.000) tardaron 60 nanosegundos menos (un nanosegundo es la mil millonésima parte de un segundo). Parece una ventaja muy corta, pero las implicaciones son enormes.
La primera reacción fue que debía de haber un error, ¿pero cuál? Esa es la gran pregunta y la razón principal de la convocatoria de ayer. Los autores del trabajo llevan meses intentando encontrar cuál es el fallo que les ha llevado a obtener unos resultados tan inesperados y espectaculares. Pero a pesar del esfuerzo, no lo han conseguido, y ahora piden ayuda a la comunidad internacional de físicos para que repitan de forma independiente el experimento y comprueben si esos resultados se repiten.
Si así fuera, la teoría especial de la Relatividad, uno de los pilares de la Física moderna, se tambalearía sin remedio, aunque el director general del CERN, Rolf Heuer, ha querido dejar claro que este descubrimiento no supone que la teoría de Einstein sea errónea porque pueden existir diferentes interpretaciones sobre el hallazgo.
Pero veamos por qué. Según la relatividad especial no es posible transmitir en el vacío información alguna a más velocidad que la de la luz. Y eso implica que nada que sea material o que tenga masa, por pequeña que sea, puede superar ese límite. Esa es, por lo menos hasta ahora, una verdad absoluta e indiscutible, la base sobre la que se construyen todas las demás teorías.
Una verdad, por cierto, comprobada una y mil veces y cuyas predicciones se cumplen, en la Naturaleza, a rajatabla. Si la relatividad estuviera equivocada, por ejemplo, la red de satélites GPS daría posiciones equivocadas, con muchos km. de error. Lo que derivaría en un auténtico caos en la navegación aérea y marítima. Algo que, evidentemente, no ocurre. Y tampoco habríamos sido capaces de colocar vehículos robotizados sobre puntos concretos de la superficie de Marte, ni de enviar sondas espaciales al encuentro de asteroides en movimiento. Hitos que que, evidentemente, sí ue hemos conseguido, con éxito y sin errores de consideración.
Por no hablar, también, de que superar la velocidad de la luz equivaldría a una rotura del tejido espaciotemporal que sustenta el Universo, y nos llevaría a posibilidad de realizar, por lo menos en teoría, viajes al pasado. En un Universo así, no existiría el principio de causalidad, es decir, que podríamos ver los efectos de un fenómeno cualquiera antes de que se produjeran sus causas. Por ejemplo, el brillo de una supernova antes de que la estrella que la origina explote.
El colisionador de partículas del CERN en Suiza. - (EPA)
El error, según los propios autores de la medición, podría estar también en la forma de medir el momento exacto en que los neutrinos salieron de los instrumentos del CERN para emprender su viaje hacia Italia. Cuando se trabaja con márgenes de tiempo tan pequeños (del orden de las milmillonésimas de segundo), cualquier cosa es importante.
Y luego existe una tercera posibilidad: Y es la de que, a pesar de todo, las medidas sean correctas. Algunas teorías apuntan a la existencia de otras dimensiones físicas que permanecen ocultas a escala macroscópica, pero que sí se manifiestan en el mundo subatómico junto a las cuatro habituales (tres espaciales y una temporal). Es posible que la extraordinaria velocidad de los neutrinos se deba a su paso por estas dimensiones «extra», a través de una especie de túneles dimensionales que reducirían, en la práctica, la distancia a recorrer. Es decir, que en ningún momento tuvieron que viajar a mayor velocidad que la de la luz para llegar más rápido que ella a su destino.
El colisionador de partículas del CERN en Suiza. - (EPA)
En resumen, cualquier cosa es preferible a reconocer, a las primeras de cambio, que la relatividad no funciona y que no existe ese límite de velocidad universal. Se abre ahora un periodo de profundas reflexiones y de intenso trabajo. Centenares de físicos en todo el mundo estudiarán en las próximas semanas, meses, o quizá años, el nuevo escenario. Y hallarán una explicación. Puede que al final el error aparezca y el elaborado edificio de la Física moderna siga en pie. O puede que no, y que este sea el día de un nuevo principio para una importante rama de la Ciencia. Sea cual sea el resultado, habremos avanzado en el camino de la comprensión del Universo que nos rodea y en el que nos ha tocado vivir. Sólo el tiempo lo dirá. (ABC)