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Es posible que al hacerte esta pregunta "¿quién eres?" si piensas en tu género me respondas, "soy una mujer" o "soy un hombre". Tal vez me digas "soy madre" o "soy padre", si es que lo eres. De acuerdo a tu actividad me puedes contestar "soy ama de casa" o "soy un(a) profesionista"; de acuerdo a tu condición económica me dirás "soy rico" o "soy pobre"; o quizá te refieras a tu cultura, "soy latino"; o a tu raza, "soy blanco" o "moreno"; o posiblemente hagas alusión a tu nombre y me digas "soy Vicente Domínguez". Y yo te contestaré: "mucho gusto, Vicente, encantado(a) en conocerte". Y sin embargo, no habrás contestado mi pregunta.
Todas esta respuestas son correctas en el sentido de que te describen, pero no responden a la pregunta de "quién eres". Todos, de alguna manera, creemos ser la definición que hemos hecho de nosotros mismos. Sin embargo, con todas estas características que te dibujan en la forma externa, ninguna responde la pregunta original. Si lo pensamos bien la pregunta no tiene la intención de querer saber a qué te dedicas, cuál es tu actividad, cuál es el color de tu piel; ni siquiera me interesa saber si eres rico o eres pobre; tampoco te pregunté tu nombre. Por tanto dime, por favor, quién eres, no me describas tus etiquetas.
El vocablo "identificación" viene del latín "ídem" que significa igual, y "facere" que significa hacer. Cuando nos identificamos con algo, pues, lo "hacemos igual". Por lo tanto identificarme con algo quiere decir que lo hago igual a mí, igual al "yo", igual al ser. De esta manera ese "algo" con lo que nos identificamos se convierte en parte de mi identidad, en parte de mi ser. Y con ello estamos encubriendo nuestra verdadera identidad. Esto es el ego.
La compulsión inconsciente de identificarnos y reconocer nuestra identidad a través de la asociación con algo externo es el ego y es la causa de que no podamos percibir nuestro ser real. Este falso sentido de identidad hará que nos identifiquemos con las cosas materiales, con los objetos, con nuestro cuerpo, con nuestras actividades, con nuestros pensamientos y hasta con nuestras emociones; y todas estas asociaciones nos crearán un falso sentido del ser.
La identificación con las cosas materiales es la forma mas fácil de idenficar al falso ser. Todos nos vemos atraídos a las cosas materiales pues el mundo físico en el que vivimos, las cosas son necesarias. Necesitamos un lugar donde vivir, una casa, vestirnos, comer, cómo transportarnos y todas estas cosas creemos que dicen algo sobre nosotros mismos porque así nos lo presenta la publicidad. Sin embargo, el problema no son las cosas en sí mismas sino la interpretación que hacemos de ellas y el papel que toman para definir nuestra propia identidad. Si tener una casa X, o un automovil Z se convierte en parte de mi identidad, entonces hemos caído en los apegos y el sufrimiento.
Demos un vistazo al mundo moderno y podremos reconocer la infinidad de objetos y de imágenes que constantemente nos hablan de lo que necesitamos para "ser" o para crear a "la persona ideal". Todos tenemos esa imagen de lo que queremos ser y se nos olvida quiénes somos.
Hay otras formas más sutiles del falso ser como los pensamientos y las emociones, de lo que estaremos hablando más adelante. Pero en todos los casos cuando nuestra identidad se mezcla con el exterior y asumo que los factores externos de la vida —género, profesión, actividad, color de la piel, condición social— me definen a mí mismo, es decir, formen parte mi ser, pierdo la consciencia de mi verdadera identidad. Así mismo, si me identifico con mis cualidades o con mis defectos estaré definiendo mi ser de una manera más sutil, pero aún así, estaré hablando de las cualidades de algo, pero no de ese algo. Es decir, la honestidad es una cualidad del ser pero no es el ser. ¿Qué es el ser?
Durante la próxima semana cierra los ojos y honestamente, desde el interior de su ser, haz este ejercicio y responde estas preguntas.
Recordemos: tarde o temprano nos separaremos de todo esto. La vida es pasajera. "Polvo somos y en polvo nos convertiremos", Génesis 3:19, y
"Lo esencial es invisible para los ojos", El Principito de Saint Exupery.