1057 palabras
Beatriz Portinari se llamaba. Bice era el hipocorístico que utilizaban para dirigirse a ella, sus allegados. Dante la idealizó en su Vida Nueva y especialmente en la Divina Comedia. Cuentan que el escritor florentino la conoció a la temprana edad de nueve años y se enamoró perdidamente. El poeta no volvió a verla sino hasta nueve años después. Más aun, existe quien afirma que éste solo la vio una vez y ni siquiera habló con ella y aun hay extremistas que aseguran que fue una invención de la imaginación del bardo. Lo que es un hecho, es que éste nunca proporciona indicios de la identidad civil de su musa. Beatriz es para Dante una exégesis romántica. Su valor es netamente simbólico y representa la imagen del amor más puro, susceptible de existir. Si bien Dante fue casado y tuvo hijos con una mujer que evidentemente no fue su amada, es inconcebible asumir el amor de Dante como una pasión adúltera.Algunos historiadores afirman que era hija de Folco Portinari y que vivía muy cerca de casa de Dante. Se dice que murió contando solo veinticuatro años de edad y que tras su muerte, se convirtió en símbolo de la fe y en guía y protectora celestial. La idealización por excelencia del amor en su faceta más sublime, desde cualquier punto de vista.
Así pues, quizá sin proponérselo, la hija de uno de los más ricos comerciantes de la toscana inspiró una de las más grandes obras de la literatura universal e inició la concepción idealizada de la mujer, que un poco de tiempo después, ganaría popularidad a través del llamado amor cortés y autores como Francisco Petrarca, que se inmortalizó como sonetista inspirado por Laura.
Transcurridos los años, Alfredo de Musset dedicaba sus obras a Lucía y el propio Goethe en Fausto, hablaba de Margarita, como la encarnación de la pureza y paradójicamente, como instigadora de fortísima pasión.
A mayor abundamiento, sabemos lo que consigna Homero en La Iliada respecto de Helena de Troya, como origen de la confrontación entre dos de las más poderosas naciones de la antigüedad. La mujer ha sido pues y siempre será, motor de los más osados y sublimes actos del hombre. No en balde a la vista de algún conflicto o un caso particularmente intrincado, los franceses dicen cherchez la femme, buscad a la mujer, sabedores de la capacidad que las féminas tienen para auspiciar las más disímbolas causas.
Alejada un tanto de la imagen etérea de las musas de los poetas y de la controversial personalidad de la princesa troyana, no podemos soslayar a una Juana de Orleáns o de Arco, artífice de la nacionalidad francesa o a nuestra madre primigenia, Eva, que propició que Adán prefiriera sufrir las consecuencias de la proscripción y del destierro, antes que perder a su consorte. Espero con los ejemplos presentados con antelación, patentizar que las mujeres son capaces de llevarnos a los hombres a realizar las más grandes hazañas y a cometer los más sublimes heroísmos.
Es precisamente una mujer, quien ha sido ungida como abanderada del Partido de Acción Nacional para contender por la alcaldía de Mérida. Además detenta el mítico apelativo: Beatriz y se ha erigido como vencedora de un proceso electoral interno inusitadamente competido, consiguiendo imponerse a un joven contrincante que realizó una gallarda oposición. Como puede verse, al conjuro de su nombre, se realizó la primera hazaña: triunfar en la elección interna y asevero esto, pues no faltó quien hablara de que el panismo meridano le daría la espalda. Como puede constatarse a partir de los resultados, no sucedió así.
La idea de Beatriz puede resultar inspiradora y motivar a sus cofrades a lanzarse hacia el combate y alzarse triunfadores. El tema de Beatriz puede mover a convertir a hombres comunes, en verdaderos paladines y animarlos a enfrentar a los dragones (en este caso dinosaurios); y vencerlos. La esencia de Beatriz puede ser vivificante y salvadora para las huestes blanquiazules y sugerirles esforzarse, luchar y sangrar sin tasa, en pos del supremo ideal: la libertad de Mérida y su renuencia a transigir con el continuismo e imposiciones priistas, fruto de las más arcaicas y autoritarias concepciones del ejercicio del poder.
Que sea Beatriz el ideal y el estandarte. Que sea la imagen que los panistas conserven en la mente cuando marchen al combate y que sea el concepto que les diga que vale la pena luchar por hacer de este pequeño jirón de patria, esa patria ordenada y generosa con la que sueñan todos los hombres de bien. Que infunda Beatriz el orgullo de saberse integrante de un sector comprometido con la búsqueda del bien común y el respeto a la dignidad de la persona. Que inspire Beatriz al electorado la certeza de que los panistas son una alternativa viable políticamente para hacerse gobierno.
Sea Beatriz la fuerza que devuelva al panismo, la vieja mística requerida para llegar casa por casa, a difundir el mensaje de la dignidad, de la resistencia contra las acechanzas. Sea Beatriz la identidad con la que todos puedan ser capaces de comulgar, sea Beatriz factor de unión.
Si la Portinari pudo inspirar al Dante, ¿será Beatriz Zavala capaz de emular la hazaña y hacer resurgir al panismo, derrotando a quienes se sienten de antemano triunfadores y seguros ocupantes del palacio municipal? Esperemos que sí. Mérida es una ciudad a la que no le sienta bien maquillarse de rojo encendido y a la que hay que llevar más que solo en el corazón, metida en cada partícula de nuestra piel. Hago votos porque en lo sucesivo el patronímico de Beatriz sea de Mérida; y comience con ello la epopeya.
Dios, Patria y Libertad