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Decididamente, este gobierno de la llamada nueva mayoría se pinta solo para incurrir en peculiaridades y actitudes para Ripley. Ahora tocó el turno al rebaño pastoreado por Mauricio Sahuí, que por cierto nos parece inusitado que accediera a semejante encargo, que por otro lado, en las presentes circunstancias sociopolíticas de nuestra entidad, se concreta a desempeñar un papel similar al que realiza un prefecto en una escuela: procurar que se respete la disciplina (la establecida por Ivonne Ortega, claro).
Es más que evidente que en la actualidad, no solo el ejecutivo ignora olímpicamente el concepto de respeto al electorado, sino también quienes integran el legislativo, merced a sus actitudes de inmadurez, dignas de adolescentes y no de representantes populares. Así, no podemos dejar de mencionar las épicas hazañas realizadas por Javier Osante en conocidas discotecas o los escándalos protagonizados por el mayocol de la bancada tricolor en un restaurante bar donde se hizo notar con lujo de prepotencia. Aclaro que nadie es un santo, ni nadie está libre de pecado para tirar piedra alguna, ni se pide a nuestros flamantes diputados observen conductas de monjes cartujos (las palabras que no entiendan, por favor búsquenlas en el diccionario o pregúntenle a Mauricio, que si tiene algo de cultura), solamente esperamos, quienes pagamos sus sueldos, que procedan con un mínimo de prudencia, sentido común y decoro. Supongo no es mucho pedir...
Prosigo con los agravios inferidos por los diputados priistas al pueblo yucateco, citando la inclusión ad ovum (a fuerza, podría traducirse) de Omar Corzo Olán, quien fue descartado abiertamente por la ciudadanía como individuo apto para ostentar su representación, pero que en grotesca jugarreta fue impuesto con la representación y membrete del partido verde, cada vez más desteñido por su proceder de personero del PRI, el descaro de su presidente estatal y el servilismo de sus militantes. La presencia de Omar Corzo en la cámara es una injuria mortal a la esencia misma de la democracia.
Y para cerrar con broche de oro, al menos en lo concerniente a estos primeros días de funciones, no podemos dejar de asombrarnos e indignarnos por el modo como la actual legislatura propicia y solapa la irresponsabilidad de sus integrantes, al eliminar la posibilidad de sancionar a los diputados faltistas (de modo injustificado, se entiende), descontándoles inasistencias al pleno, lo que les garantiza ausentarse con total impunidad de sus deberes y sin necesidad alguna de dar cuenta de sus motivos para hacerlo. Formar parte de una legislatura concebida de modo semejante, es sin lugar a dudas, una maravilla.
No cabe duda que para los diputados yucatecos, el congreso local es el sitio donde sus sueños se hacen realidad (y más si se alinea dentro de la bancada priista).
Es de esperarse que haya algún o algunos legisladores (ojalá y fueran todos, hago votos para ello) dentro de la oposición, que haciendo gala de ética partidista y profesional, condenen la situación imperante y hagan un llamado a corregir semejante aberración en las disposiciones, en vez de limitarse a gozar en silencio de la anarquía que se suscite.
El talante de las prácticas vigentes en el legislativo, nos indica con claridad, la clase de nivel que tendrá la presente legislatura y las determinaciones que tomará. Ni modo, hay que aguantar; no hay PRI que dure cien años, ni pueblo que lo resista...
Dios, Patria y Libertad