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Si yo fuera priista me inquietaría. No sé si me inquietaría poco o mucho, pero me daría comezón la obsesión de las dos damas que ostentan hoy las principales posiciones de gobierno en Yucatán.
Obsesión por seleccionar para sus celebraciones políticas o sociales sitios satanizados por la historia oficial de los últimos 70 años de "dictablanda" del PRI, que durante la larga etapa de gobierno de partido único y cuya dictadura de partido no fue interrumpida en Yucatán y en México durante unas siete décadas del siglo XX.
En todos esos años se nos contó una historia de héroes y villanos, donde los dueños absolutos de la villanía eran señaladamente los "porfiristas" y los hacendados.
La cena VIP del gobierno de Ivonne Ortega Pacheco para festejar tres años de "logros y obras" se celebró en la Hacienda Chichí Suárez.
Esta ex hacienda henequenera es una de las más antiguas de Yucatán y fue fundada por el conquistador Alonso de Rosado y años después comprada por un nieto de Francisco de Montejo: Juan de Montejo Maldonado.
Ya en el siglo XX, su propietario fue Olegario Molina, un ex gobernador de Yucatán y ministro de Estado durante el gobierno del general Porfirio Díaz, personajes todos ellos innombrables en la jerga de los historiadores de la corriente que dominó los libros de texto en los que nos tocó estudiar durante los largos años de la hegemonía absoluta del PRI y que nos dividió entre "buenos y malísimos".
En esa misma hacienda tuvo lugar hace unas semanas una costosa y muy comentada fiesta de quince años de la hija de la alcaldesa Angélica Araujo Lara.
Adicionalmente, una muy notoria fiesta oficial tuvo como sede otro lugar icono de la innombrable oligarquía yucateca. Entre langosta, filetes y bebidas importadas, la alcaldesa ofreció una fiesta de toma de posesión en la muy poco revolucionaria y sí muy montejuna "Quinta Montes Molina".
Esta casona fue construida en 1902 durante el condenado y oprobioso auge henequenero.
Siguiendo la lógica de quienes promueven hoy derribar la estatua de los Montejo, debiera también ser demolida y el gobierno ser obligado a convertir en polvo hasta la más pequeña de las piedras de las que está construida.
Esta casona fue adquirida en 1912 por Avelino Montes y María Molina, quienes la heredaron a Josefina Montes. Avelino Montes Linaje era un comerciante español, yerno de Olegario Molina, representantes de lo que Salvador Alvarado denominó "la casta divina" que controlaba en la época prerrevolucionaria la industria henequenera.
Yo no soy priista, pero si lo fuera, quizá hubiese preferido que las fiestas pagadas con dinero público por autoridades emanadas del Partido Revolucionario Institucional se realizaran mejor en algún local de la CTM o en la Casa del Pueblo, o mejor aún entre el pueblo y para el pueblo en la Plaza Grande. No soy priista, pero igual me dio comezón.- Mérida, Yucatán.