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Recientemente se ha suscitado una gran polémica por las interrogantes no contestadas y las dudas persistentes alrededor del nuevo programa estatal "Mi Stilo es Yucatán" y por la denuncia que la directora de la empresa de consultoría Local Consultores y principal asesora del gobierno estatal en materia de imagen y publicidad, Gabriela López, presentó en contra de un reconocido periodista del Diario de Yucatán. Lo que se está pasando por alto es que Gabriela López —oaxaqueña de nacimiento— no llegó a Yucatán sola. Lo hizo de la mano del chiapaneco Ulises Carrillo Cabrera, quien vino a estas tierras junto con el hoy diputado regiomontano, Felipe Enríquez, para apuntalar la campaña de la entonces candidata priista Ivonne Ortega Pacheco. Fue tan buena su labor en la creación y posicionamiento de la imagen de la joven candidata, que Carrillo Cabrera fue designado posteriormente —una vez obtenida la insospechada victoria electoral— principal responsable del equipo de transición, para finalmente recalar como secretario técnico de la gobernadora y jefe de la oficina de la titular del Ejecutivo en el nuevo gabinete.Ulises y Gabriela eran socios de la mencionada empresa de consultoría hace unos años. También elaboraron conjuntamente ensayos sobre marketing político que aparecieron en algunas publicaciones académicas. Al triunfar Ivonne decidieron seguir trabajando juntos, pero uno adentro del gobierno y la otra "por fuera"... eso se traduciría, sin lugar a dudas, en más y mejores contratos para su incipiente despacho y una cada vez mayor influencia sobre la novel gobernadora. Y así fue.
Siguiendo el ejemplo de obscuros personajes como Rasputín o el monsieur Córdoba Montoya, en muy poco tiempo ambos jóvenes consiguieron tal influencia y poder de convencimiento sobre la mandataria que prácticamente los convirtió en sus verdaderos mandantes —en perjuicio de los ciudadanos yucatecos— y les permitió manejar a su antojo el Estado.
Para esto no dudaron en recurrir, entre otras, a la técnica yucateca del cultivo, sin embargo no midieron las consecuencias que la misma puede ocasionar en personas ignorantes con fuerte debilidad por el halago y la lisonja: su poder fue creciendo en la misma medida en que la cordura y talento político de Ortega Pacheco se iban desplomando y sus afanes histriónicos y vedetismo increméntandose, con la consabida y lógica pérdida del favor popular. Y es aquí en donde nos encontramos.
Bien harían Ulises y Gabriela en preguntarse qué fue de Rasputín y Córdoba Montoya. No deben olvidar que el poder detrás del trono cuando éste concluye tristemente no acaba bien, más aún si se es foráneo...