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Nacido en el municipio de Buctzotz en el año 1962, sus ojos se llenaron desde que los abrió al mundo, de imágenes relacionadas con el campo, con su entorno inmediato y las peculiaridades de su municipio, que comenzaron a gestar en su alma, un cúmulo de formas y colores, que no tuvo otro remedio que plasmar, entonces, pintó al corcel, el rancho, las mestizas y los trabajadores. Víctor Argáez se asume irremediablemente como un soñador e idealista
El pintor Víctor Argáez
Su pueblo es pródigo para la ganadería. Fue hasta 1970 cuando su perspectiva se abrió al mundo y a los demás, abandonando el bucólico ensimismamiento que le infundía su tierra natal.
Desde niño, vio la lucha de los demás, las demandas de los desprotegidos, que eran, casualmente, sus amigos.
Abrió su mirada al mundo, apenas dos años después de la Primavera de Praga, de las protestas estudiantiles de París, de la matanza de estudiantes en Tlatelolco, en pleno auge de la Revolución Cubana, del orgullo de lo nuestro, de la reivindicación de nuestra música y vestimenta, con el despertar latinoamericano del arte como una entidad de valor universal.
Víctor Argáez, viene de un padre que dibujaba en los montes de su Buctzotz natal, entre vuelos y cantos de aves.Tenía unos primos que hacían lo mismo, utilizando carbón de leña y las paredes de su vivienda como lienzo de sus cuadros, como moderno graffitti. Muerto de risa recuerda los avatares y vicisitudes a los que fue sometida y se enfrentó su natural inclinación infantil de pintar en las paredes, no siempre en concordancia con la postura materna.
La Casa del Artista en Buctzotz
Durante la secundaria, compitió en concursos académicos en los que no obtuvo resultados favorables. Esto templó su carácter y confirmó su vocación. Se impuso como meta ser ganador en los próximos certámenes, cosa que consiguió a cabalidad. Ya había superado anteriormente a su padre, a su primo, a los tíos y algunos coterráneos, en la disciplina y el arte del dibujo. Consiguió ir a un concurso en Morelia, donde el jurado le dio el primer lugar a un coterráneo en un típico laudo localista, que propició que todos los participantes expresaran su desacuerdo bajando sus obras de las paredes. Finalmente el sínodo tuvo que variar ante la presión, el sentido de su laudo.
En 1983, a los 19 años, se casó, sintiendo que ya había vivido todo lo que era factible vivir, conocer y experimentar en un pueblo y sintió al mismo tiempo, la inquietud de ir a estudiar a Bellas Artes, sintió el deseo y la necesidad de conocer más de pintura, de incurrir en los tecnicismos y conocer la opinión y planteamientos de los maestros de la ciudad. Cuando llegó a Mérida, le dijeron que Bellas Artes sería lo peor para él. José Luis Salum, empresario restaurantero, conoció su obra y lo recomendó y ayudó, para que fuera al taller del maestro Ermilo Torre Gamboa.
Parte de la obra del pintor de Buctzotz
Al maestro Torre Gamboa le llevó un par de cuadros para que viera: un cazador y un Cristo. Le gustó el primero de ellos, pero exigente como es, si bien lo aceptó, no lo dejó en su grupo de alumnos. Lo apartó y sugirió observara como pintaba. No le dio clases de dibujo; sino la mezcla del color, la capacidad de expresar algo con imágenes llenas de pintura y a fuerza de gran señor, nunca le cobró un peso.
En aquella época Iba alternativamente de Mérida a Buctzotz. Era capaz de dejar hasta el trabajo, para ir a una exposición pictórica.
En 1986 hizo maletas y se inscribió en Bellas Artes. Ahí conoció al maestro Emilio Vera Granados, que con lupa analizó sus trazos y pinceladas, cosa verdaderamente inusitada para él, que no concebía que ello fuera posible. Fue muy felicitado por la calidad de su trabajo. En 1987, conoció a Juan Ramón Chan, amigo entrañable confiesa y a David Sierra, con quienes sostuvo intensos diálogos e intercambios de ideas.
Conoció igualmente al maestro Manuel Lizama, quien le brindó gentilmente su casa. Lizama era propietario de la galería Art-Ho, en Santa Lucia, donde hoy se encuentra un restaurante y hotel. En el segundo piso estaba la galería donde exponía y se quedaba a dormir.
En 1986, hizo su primera exposición individual, en el Agora FONAPAS, donde conoció a Fernando Ancona y Neri Falconi. En 1987 realizó una exposición colectiva tanto Art-Ho y como en el Museo de la Ciudad, de la manera más exitosa.
Fue una época terrible: cuando llegaba a Buctzotz a ver a su familia, tenía la mente puesta en la ciudad, sólo deseaba regresar a Mérida para seguir pintando. Reflexionaba que el hombre está hecho de dos cosas: necesidades básicas y espíritu. Ya tenía hijos y había que mantenerlos, como es inevitable. Fue cuando conoció a Francisco Solís, que le compró obras que permitieron despreocuparme, por algún tiempo, de las responsabilidades familiares. El oxigeno monetario llegaba.
Su obra comenzó a ser comprada. Hizo exposiciones en el teatro Daniel Ayala y el Ateneo Peninsular. Armando Manzanero en 1994, también adquirió sus obras. Lo conoció en la Casa de la Cultura del Mayab. También expuso en el Peón Contreras, la Galería Picheta, el Centro Cultural Olimpo, viajó a Campeche, Quintana Roo, Tabasco y al Museo Carrillo Gil de México. Como novedad, expuso mientras Armando Manzanero y Juan Magaña realizaban un concierto.
En 1992, reunió en Buctzotz, a todos los artistas de la población, con los que acordó fundar la Casa del Artista. Todo era miel sobre hojuelas hasta que un alcalde le dijo que el arte era para los ricos, a lo respondió que también el pueblo tenía derecho a conocer y a disfrutar del arte.
Así como ése, llegaron otros alcaldes con similar criterio, hasta que Santiago Lizama, mandó borrar 22 murales que los niños habían pintado en una escuela pública. La Casa del Artista estaba consolidada. Se preguntaba porque los pobres no podían pintar y deploraba que fuera el gobierno quien tuviera a su disposición todos los recursos y no los aprovechara en beneficio de la gente.
Fue en esos tiempos, cuando por defender los espacios ganados en los talleres de artes plásticas de Buctzotz, comenzó a ser tildado de rebelde, inconforme y conflictivo. Su taller se encontraba en esa época en un espacio del ayuntamiento, ubicado en un pequeño cuarto que un día le amurallaron, para impedir su uso. Convocó a los artistas para derrumbarlo, cosa que hicieron a fin de seguir utilizándolo.
Para no verse sujeto a la variación de criterios y políticas institucionales que dependen de la buena voluntad de las autoridades en turno, adquirió una pequeña propiedad con solar amplio, donde hizo su taller e instaló la Casa del Artista, espacio para jóvenes y apoyo para los niños, con un pequeño foro, donde lo que reluce es precisamente la buena voluntad.
Actualmente realiza talleres para el Ayuntamiento de Mérida, su obra es muy apreciada, expone de manera permanente en el Hotel Hyatt, trabaja sobre encargos, experimenta con materiales diversos, hace obra de gran formato, su temática sigue siendo lo típico: la mestiza, el campesino y el henequén. El dinero que ha podido ganar lo ha invertido en unas hectáreas de terreno para lo que considera un portentoso taller de artes plásticas, donde los niños de Buctzotz estarán rodeados de aire puro y fecunda vegetación, pintarán a plena luz solar y escucharán los trinos de las aves.
Víctor Argáez es un artista que pasa por encima de los políticos y las variantes visiones de la política cultural de las instituciones. Un entusiasta que no puede ser aplacado y un espíritu que nunca está dispuesto a doblegarse ante las amenazas y las dádivas.