757 palabras
La actividad del docente y del editorialista político, son tareas similares, pues ambas educan y forman y tienen como objetivo desarrollar la capacidad de reflexión y análisis en la gente, consideró Marcelo Pérez Rodríguez, reconocido luchador social, docente y periodista.
Marcelo Pérez Rodríguez: mis pasiones son la docencia y el periodismo
—El periodismo pretende hacer conciencia, lo mismo que el trabajo educativo —reflexionó—. Las actividades son indudablemente complementarias y lo he hecho por varios lustros, para que la gente sepa cómo participar en las transformaciones democráticas, donde lo que importa es abandonar temores y participar activamente —añadió.
—Hace ya tres décadas comenzaron de manera simultánea mis inquietudes por la cátedra y el oficio de escribir editoriales y ello me ha proporcionado muchas satisfacciones.
—Me gusta mucho la literatura y he incursionado en ella haciendo cuentos cortos, poemas y canciones, si bien ello esta un poco guardado. No obstante, al incursionar en las redes sociales como el facebook, he podido dar a conocer mis inquietudes literarias —señaló.
—Las redes sociales complementan a los periódicos pero no considero que puedan sustituirlos, con todo y que a través de ellas podemos enterarnos de muchas cosas prácticamente en tiempo real. No es lo mismo tener un periódico entre las manos, que leer desde el monitor de una computadora —agregó.
—Las redes sociales me han servido para conocer gente, intercambiar opiniones y puntos de vista y hasta producción literaria. El facebook es adictivo y hay que saberlo manejar; sin embargo también es un espacio creativo y de comunicación.
—La tecnología siempre es un apoyo para la información y la educación pero hay que saber sacarle provecho, como en el caso de la televisión que se convirtió en un apoyo didáctico, lo mismo creo que puede suceder con el facebook.
—Las redes sociales pueden «si son bien utilizadas» propiciar que los niños se acerquen a la literarura, lean y produzcan textos; podrían eventualmente ayudar a solucionar uno de los más graves problemas del sistema educativo que es la lectoescritura —destacó.
—Tristemente se considera una pérdida de tiempo que el niño lea en el aula y que escriba; se considera más adecuado que memorice cuestionarios interminables y responda exámenes semestralmente o a fin de curso. Esto impide desarrollar la afición por la lectura y la capacidad de análisis —comentó.
—La literatura ayer, como hoy, es una puerta para abrir la conciencia y desarrollar la sensibilidad y la creatividad. La obra literaria es un modo de conocer lugares, países o circunstancias de la vida. Sin literatura la gente estaría perdida.
—El periodista y el educador tienen un compromiso muy grande con la comunidad para la transformación social. Si no buscamos que el alumno o el lector reflexione, analice y cuestione, poca cosa se logrará.
—El periodista debe mantenerse lo más lejos posible del poder. Cuando el periodista ocupa una posición política, pierde independencia, se nubla la libertad de pensamiento y la capacidad de opinión. Lo mismo pasa con el educador, que debe hacer a un lado sus simpatías partidistas y entrar al correcto análisis de cualquiera de los temas de interés colectivo. El periodista debe mantenerse de preferencia lejos del poder y sus prebendas —reiteró.
—El articulista debe ser fiel a sus ideas y cuestionar y analizar siempre el quehacer de los gobiernos, con todos los riesgos que esto implica: ser perseguido, reprimido, amenazado u objeto de presuntos actos de cooptación.
—En estos momentos es francamente riesgoso opinar en nuestra entidad, por la postura de autoritarismo del gobierno en turno, tal y como ocurría en tiempos de Cervera Pacheco: todo era embute o amenaza, las malas prácticas eran cosa común. Tristemente, estamos regresando a eso.
—Escribir y enseñar me han dado grandes satisfacciones, no riqueza. Me han permitido percatarme del crecimiento de mis alumnos y observar la actitud más participativa de los lectores. Se trata de actividades profundamente satisfactorias, que van mejorando con el tiempo, como los buenos vinos —finalizó